escucha los poemas de los grandes autores en la voz del propio autor
o por alguno de sus intérpretes

  Adentro de mi vaga superficie se revuelve un constante movimiento

  Me envuelve el polvo, y me inquieta. ¿Por qué vendrá de tan lejos?

  De lo gris me salí, y al polvoriento gris he retornado. ¡Cuanto yo concebí

  La llamada de mi padre, alta como un penacho de plumas y al tacto

  Cierta vez, en Aleppo, sí, fue en Aleppo donde me desgracié con ese turco

  La cadenza en el fondo del jardín caballeros laberínticos la mano que deja

  Y ahora remontas rue Vavin subiendo a Montparnasse Hay un río

  Una deliberación del ala y la tormenta es lo que cae cuando la agria

  De un bosque donde crecen nomás cunas, mi madre cortó un columpio

  He de irme, dejando, mi ruego de piedad por los rincones

  El fósforo, en la temblorosa manecita sucia, enciende la hoguera

  No pondré mis zapatos, buen Dios, quiero que sepas, que creo en ti

  Tienes algo de montaña... A tu lado me he sentido leve

  Sin armas. Ni las dulces sonrisas, ni las llamas rápidas de la ira

  Llevo los ojos abiertos. No te veo, estás dentro de la niebla

  Si no es el mar, sí es su imagen, su estampa, vuelta, en el cielo

  Estoy pensando, es de noche, en el día que hará allí donde esta noche

  Sí, por detrás de las gentes te busco. No en tu nombre, si lo dicen

  Qué alegría, vivir sintiéndose vivido. Rendirse a la gran certidumbre

  Cuando cierras los ojos tus párpados son aire. Me arrebatan: me voy

  Se te está viendo la otra. Se parece a ti: los pasos, el mismo ceño

  Quiero decirte, Wolfgang Amadeus, hermoso y fiel amigo, que esta tarde

  Ella duerme despacio con un lento galope de gacelas reclinado

  Hablan, cantan, respiran, amanecen. Vuelan, indagan, dudan, se cobijan

  Llegaron los arcángeles. Se supo que llegaban por una luz dorada

  Vieron llegar la nave: como siempre elevaron sus cánticos pianísimos

  Suicidarse en el mar es como desnacerse en el claustro materno, es como

  Los ángeles del mar, cuando llega la noche arrastran suavemente

  Si no tuviera alas como tiene si no hablara y cantara si no fuera de fiesta

  No los dejes que entren que respiren que se levanten al aire de tu paso

  Ayer te pensé o soñé que estabas en casa y te pensé o soñé como eras

  Sólo hay un hombre que habla de otras cosas. Por ejemplo hay un hombre

  En esta casa alguien vivió antes, y antes. Dejó clavos de punta

  Día del esplendor y la abundancia. La cosecha me pesa sobre la falda

  Un salmo cadencioso peina el bosque De raya en medio: la luz solar

  Los espejos no cantan como antaño y el espacio no es más que una

  Hablan todo el día y entrada la noche a media voz discuten con su propia

  Lo sostiene el camino: “El mundo está en llamas, ¡y tú estás riendo!”

  Bajan de nueva cuenta hasta el jardín bajan en grupo, solos, en parejas

  El natural cansancio del jilguero rinde sus frutos en el crepúsculo: se posa

  Con la puesta del sol los colorines cantaron: de todos los puntos cardinales

  Llueve. Llueve desde hace días. Hoy desperté con una sensación

  Aquí la selva Larga la soledad con que nos nutre Hora de lentos pies

  El peso del silencio El valle que se aleja de sí mismo a galope

  Con regusto de ciervo entre las fauces el puma tiene sed

  Miro la masa verde desde el aire Hierve Es una masa informe

  Todo quiere ser agua Quiere licuarse la montaña entera

  La gran selva dormida: gritos bramar de monos crujir de ramas leves

  Detrás de cada nube, de cada monte de cada copa, de cada rama

  El canto de los mirlos compuesto en la quietud es como un pensamiento

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