Una noche de julio llovía a mares y empezó a formarse en mi ventana un garabato.
Con él pinté por vez primera mis sentimientos en versos de colores.
Con él descubrí un camino y un andar que me condujo al océano de mi ser:
Alegrías y tristezas, sueños y desvelos, ausencias y silencios, amor, viento, cielo y mar.
Así, sembrando garabatos en el tiempo, revuelvo los mares y agito
los ríos
con torrentes de ternura contagiosa.
Y me imagino
por un
momento
que con música celeste voy llenando
de suspiros y notas
las locuras de esta
vida.
Entre
sueños
distraigo la
mirada,
esperando por el alba transparente y
guardo tras
estos garabatos
el reflejo de una lágrima que siente.
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