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OCOSINGO Diario de guerra y algunas voces



Cuando se desató la ofensiva del EZLN, esta sección de cultura recibió una llamada: "Efraín Bartolomé está atrapado en Ocosingo, allá lo sorprendieron los hechos, hagan algo para rescatarlo". En realidad el poeta estaba, sí, de alguna forma rodeado por las difíciles circunstancias, pero lejos de querer salirse por piernas, lo que hizo, según nos cuenta, fue lo suyo: escribir. Fruto de aquel inusual trabajo de narrativa en un poeta de siempre es Ocosingo: diario de guerra y algunas voces, que edita ahora Joaquín Mortiz, y contiene las impresiones del escritor durante los primeros 12 días del conflicto más siete entrevistas testimoniales con personajes del lugar.

(César Güemes, El Financiero, 21 de septiembre de 1995, pág. 56)



El miércoles 5 y el jueves 6 de enero de 1994, el poeta Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950) retrató con dramatismo (y con la intensidad que jamás alcanza la nota informativa) algunos de los momentos más terribles del alzamiento armado en Chiapas junto con sus consecuencias (...). Ocosingo: diario de guerra y algunas voces (México, Joaquín Mortiz, 1995), es un texto que Efraín Bartolomé escribió con prosa furiosa, que es intensa poesía.
Como todos los años el poeta se encontraba en su tierra natal para acompañar a su familia durante las navidades. Pero esta vez no fue como todos los años. La rebelión armada lo sorprendió allá y prácticamente incomunicado se entregó a la tarea de observar y reflexionar sobre la guerra, a la tarea de escribir a veces con ira, a veces con temor, a veces incluso con humor, y siempre con dolor, acerca del lenguaje terrible de los fusiles; acerca de las consecuencias desoladoras que se producen cuando los que portan las armas creen tener "la verdad en un puño".
El Diario de guerra de Efraín Bartolomé es, en su mayor parte, un libro de poesía rabiosa. El ejercicio de la crónica personal, el quehacer narrativo a lo largo de doce días (...) eleva la prosa a la categoría de gran materia prima del poema que se escribe con furia y con desolación.
Entre la casi unanimidad de la legión de libros y pasquines en favor de las armas en Chiapas, el Diario de guerra de Efraín Bartolomé, con prosa poética desgarrada, viene a levantar la voz para decir lo que unos callan por cautela y otros por cobardía: "No todos somos Marcos".

(Juan Domingo Argüelles, El Universal Cultural, 13 de Septiembre de 1995, p. 1)



Efraín Bartolomé, poeta varias veces premiado, originario de Ocosingo, autor de obras como "Agua lustral" y "Corazón del monte", entre otras, se hallaba de visita en la casa de sus padres, al final de 1993. Allí, como muchos otros chiapanecos en otras ciudades y poblaciones que fueron afectadas por el conflicto armado de enero del 94 fue sorprendido por la impresión contundente de los sucesos que aún ahora no terminan de contarse.
Bartolomé, "interesado en rescatar con la máxima dignidad literaria posible" los acontecimientos que se fueron sucediendo desde la madrugada del 31 de diciembre de 1993, hasta la llegada de Manuel Camacho Solís a Ocosingo -hechos, vale decir, no registrados a través de crónica ni reportaje alguno, pues el arribo del otrora comisionado para la paz en Chiapas marcó también la entrada de la prensa a dicho poblado- ha escrito un libro: Ocosingo, diario de guerra y algunas voces, en el que ofrece una perspectiva.

(Francisco Barbosa, Cuarto Poder, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 31 de agosto de 1995, p. 16)



¿Cuál es la verdad poética de una guerra? Ocosingo, diario de guerra y algunas voces (Joaquín Mortiz, 1995) es el único testimonio conocido escrito desde dentro y durante los enfrentamientos más importantes del conflicto chiapaneco. En él, Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950) hace una crónica de los primeros doce días del alzamiento, ofrece testimonios, analiza poéticamente la situación y exalta la belleza magnífica e indiferente del escenario de los hechos. Las contradicciones humanas y la hermosura impasible de la naturaleza conviven en el relato. Las imágenes de unas y de otras son conmovedoras; la lectura, amarga y dulce. Ocosingo... es un libro bello sobre un hecho sangriento.
El cronista sopesa las razones y sinrazones del alzamiento y entresaca la "verdad poética" siguiente: "El monstruo nunca surge por casualidad". Pero es crítico hacia las partes. Los simpatizantes del EZLN que se acerquen a Ocosingo... sin la disposición de admitir matices, sentirán escozor. En todo caso, "el poeta, a diferencia del guerrero, puede estar dispuesto a morir por lo que piensa, pero jamás estará dispuesto a matar por ello".

(Patricia Ruvalcaba, El País, México, 30 de septiembre de 1995, pág. 8)



Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950) es uno de los poetas más interesantes de su generación. Y quiso el destino que la revuelta zapatista lo encontrara en su tierra. Durante aquellos 12 primeros días de 1994, Efraín Bartolomé tomó nota, con precisión y sin patetismo, de ese momento crucial de nuestra historia contemporánea, cuyo desenlace aún aguardamos con ansiedad. Ocosingo, Diario de guerra y algunas voces (Joaquín Mortiz, 1995) se distingue de otras obras de la ya vasta bibliografía sobre Chiapas por ser el trabajo inmediato de un testigo presencial, que enfrentó los hechos con auténtica sorpresa y los narró para su intimidad sin dicterios ideológicos. A veces, la voz de un poeta, por lo que dice y por lo que calla, cuenta mejor el drama de la Historia que sus intérpretes profesionales.

(Christopher Domínguez Michael, Reforma, El Ángel, 1 de octubre de 1995, pág. 1)



En México la crítica de los libros políticos suele ser maniquea: si el autor coincide con la postura política del crítico, el libro es certero, comprensivo, útil; si por el contrario el autor está ubicado en la acera de enfrente de los intereses políticos del estudioso, la obra es vista como inexacta, blandengue, malintencionada e inútil. La crítica comprensiva, que va más allá de los intereses partidistas; y eficiente, porque se adentra en los valores específicos de la obra, es considerada con desdén ya que aclara, en vez de enturbiar, el criterio del público lector. (...)
El libro Ocosingo, diario de guerra y algunas voces (Joaquín Mortiz, 1995), de Efraín Bartolomé, ha sido visto por la crítica maniquea como una obra íntima porque es contraria a los postulados que defiende la guerrilla zapatista. Este tipo de crítica cada que puede lo ignora y cuando no le queda otro recurso lo minimiza.
La crítica comprensiva debe mirar el libro de un modo distinto. Primero al autor y luego a la obra. (...) Ante todo Bartolomé es un poeta, un poeta sobresaliente y personal. (...) A lo largo del libro, Bartolomé no maneja un discurso político coherentemente estructurado. Y no tiene por qué hacerlo, ya que esta obra es fundamentalmente literaria y tangencialmente política. Lo que el autor se propuso en primer término fue la transmisión al lector de su pequeño y breve infierno chiapaneco, hecho de miedos, de incomodidades, de incertidumbres, de carencias, de ráfagas de esperanza, y cuando las tropas indias son expulsadas, inicia el recuento de los daños, identifica las huellas de la guerra.
El saldo es doloroso. Tras la ocupación viene el desalojo, y con él la entrada del Ejército Federal. A la tropa los habitantes de Ocosingo la reciben con júbilo, como se recibe a los salvadores tras la derrota de los bárbaros.
Bartolomé pasa revista al estado físico de las casas, de los edificios, de la plaza, del mercado. Cuenta los secuestros y atrocidades cometidas por los zapatistas contra los hombres ricos, narra los saqueos de algunos negocios perpetrados por la gente pobre impulsada por los encapuchados.
La mayoría de los libros publicados sobre la insurrección en Chiapas está escrita en pro de la guerrilla y en contra del statu quo. Los zaptistas merecen tratamiento de héroes y los soldados de la Federación alcanzan cuando mucho adjetivos adversos. (...) Se trata de libros escritos con el corazón y por lo tanto triunfalistas. Sólo he leído (hecho que me consterna) dos obras serias que cuestionan al zapatismo: la de Carlos Tello Días (La rebelión de las cañadas) y ésta de Efraín Bartolomé.

(Emmanuel Carballo, El Universal, 17 de octubre de 1995, pág. 7)



A las ya muchas agradables sorpresas a que nos tiene acostumbrados el poeta Efraín Bartolomé, se agrega una más; pero más intensa, al dar vida en prosa en el libro Ocosingo, diario de guerra y algunas voces, a los sucesos del primero de enero de 1994 (...)
Según el decir del autor "con una prosa tartamuda", da cuenta de lo acaecido allí, del primero al doce de ese año. Días de confusión y angustia infinitas en el que el ojo observador y sobre todo el alma sensible del poeta, sufrieron la sorpresa y los agravios de los hechos.
Efectivamente, en una prosa telegráfica, pero cada palabra puesta en su lugar con verdadera maestría, establece un punto de partida para mil caminos posibles, que podrían, a su vez, dar motivos a otros tantos libros. Así de vigorosa, de auténtica, es la narración de los hechos. Efraín Bartolomé asume el inesperado papel de cronista de lo que pasó, sin tomar una posición partidaria ni mucho menos oculta. Saca a la luz el decir de la calle, de los vecinos, de la vendedora del mercado, de "los bolos" que pasan aturdidos aún por el alcohol del año nuevo, del pequeño propietario, del campesino, de los jóvenes y viejos, de las madres y los niños que fueron no sólo testigos sino víctimas inocentes de la acción.
Nadie mejor que él pudo hacerlo, porque además de ser una verdadera revelación como narrador, lo sucedido afectó su mundo vital, el fondo de su ser. No creo sinceramente que entre las innumerables obras que se han publicado y se publicarán sobre los sucesos que conmovieron a México y gran parte del mundo, encuentren otra que se le pueda comparar en autenticidad y valor literario en conjunción feliz.
Como Bernal Díaz del Castillo, cuenta esta vez "la verdadera historia de lo que pasó en Ocosingo" por esos días, que era y es una prolongación de lo que ocurrió en toda la zona del conflicto. La mano del destino hizo que estuviera en el lugar preciso, a la hora precisa, el narrador preciso. Se ha dicho que los verdaderos poetas, son también verdaderos prosistas; los ejemplos sobran: Neruda, Borges, Rubén Darío, Gutiérrez Nájera, Ramón López Velarde, por sólo mencionar algunos de nuestra lengua y del continente. Efraín Bartolomé, suma su nombre al de los anteriores con decoro.

(Enoch Cancino Casahonda, Cuarto Poder, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 21 de octubre de 1995, pág. 3)



Ocosingo. Diario de guerra y algunas voces. De Efraín Bartolomé, editado por Joaquín Mortiz. Narración de los hechos acontecidos los primeros doce días de 1994 en Ocosingo, lugar de combates entre el EZLN y el ejército mexicano. Ahí hubo muertos, saqueos, falta de alimentos, pánico, etc. Se refleja el impacto de la guerra en la vida cotidiana de esta ciudad y en todo Chiapas.

(Enfoque, Reforma, 22 de octubre de 1995, pág. 15)



237 páginas dan coherencia a una serie de impresiones recogidas por el poeta durante los primeros doce días de enero de 1994 en su natal Chiapas.
Dicho testimonio acaba de adquirir la forma de un libro que bajo el título Ocosingo. Diario de guerra y algunas voces ha sido publicado por Joaquín Mortiz.
Concebido a partir de una obsesión por retratar a través de la pluma y un pequeño cuaderno las escenas de la insurrección zapatista, desde la óptica genuina de quien padeció la violencia demasiado cerca, el texto comienza su tejido en la mañana del año nuevo ante la incredulidad de una familia reunida para compartir las fiestas decembrinas.
Un monumento de prosa poética que aporta el lado más cruento de un episodio fácil de glorificar a distancia.

(Gabriela Olivares Torres, ZETA, Baja California, 27 de octubre a 2 de noviembre de 1995, pág. 19B)



Cuando creíamos que habíamos oído todo (y hasta demasiado) con respecto al levantamiento zapatista en Chiapas, encontramos este diario testimonial de quien vivió los primeros días de aquel aciago enero de 1994 en la otra orilla. Ocosingo... es el entrecortado y melódico texto que hora tras hora produce el asombrado poeta frente a la guerra que estalla en la puerta de su casa, en las calles de su pueblo, en un México provinciano que parecía haber olvidado lo que eran los disparos, las granadas y el miedo.
Efraín Bartolomé pasaba las vacaciones de fin de año en la casa familiar en Ocosingo, cuando el primer día de enero despertó con la noticia de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional había declarado la guerra al gobierno mexicano. Si el asombro que todos sentimos aquella mañana fue mayúsculo, cuál no sería el de quien hallándose por casualidad instalado en el mero ojo del huracán hubo de pasar de pronto de simple espectador a actor involuntario de esta guerra. El poeta reaccionó empuñando la única arma -esa sí mortífera y milagrosa- que maneja con absoluta soltura: la escritura. En una libreta empastada a mano en amate por otro poeta, Bartolomé registra paso a paso, hora tras hora, lo que sucede a su alrededor, lo que oye decir, lo que recuerda, lo que piensa y siente ante la guerra que está teniendo lugar apenas a unos metros de su casa: una casa provinciana grande, con huerta y patios en donde se limpia y se tuesta el café que ahí se produce.
Desde aquella crónica inolvidable de Stendhal en La cartuja de Parma, en donde Fabricio del Dongo asiste a la batalla de Waterloo, siempre nos ha parecido fundamental el punto de vista de actores presenciales que observan el sangriento y cruel escenario desde bambalinas, para entender el conflicto bélico desde su condición más humana. Así, la óptica que adopta Efraín Bartolomé para relatar lo que aconteció en Ocosingo está ante todo determinada por un compromiso con la vida, en su sentido más amplio. La política parece venir después de la poesía; la guerra no se justifica porque atenta contra la vida.
Es difícil entender que alguien se despierte con la noticia de que en el pueblo en el que habita ha estallado la guerra, y ese alguien mantenga la sangre fría (a lo mejor ni tan fría y por eso puede hacerlo) para tomar la pluma y registrar cada hecho, minuto a minuto. Afortunadamente hay quienes son capaces de mantener esa sangre fría (pero ¿de veras será fría?) y llevar el recuento de los sustos y de los daños y de los miedos para entregarnos un libro sencillo, profundamente poético a pesar de sí mismo, que aporta una visión nueva, auténtica y mucho más humana y compasiva de aquel levantamiento guerrillero de los primeros días de 1994 que aún no acabamos de digerir.

(Myrna Ortega, La Cultura en México, Siempre!, 2 de noviembre de 1995, pág. 66)



A raíz de los acontecimientos generados desde enero de 1994 en Chiapas, se ha soltado una catarata de tinta teñida (válgase) de cualquier tonalidad. Todo mundo habla, todo mundo supone, todo mundo cree tener la verdad en la mano o en la lengua. Vecinos, políticos, politólogos (no es lo mismo una especie que otra), periodistas, escriben y escriben al respecto. ¿A quién creerle?
Leí y, lo confieso, con cierto escepticismo, el libro del poeta Efraín Bartolomé titulado Ocosingo (Diario de guerra y algunas voces). Si no hubiese sabido que el autor es oriundo de aquel lugar, si no supiera que su voz es la de un hombre auténtico, hubiera supuesto que sería la de un oportunista. Pero no: Bartolomé es ocosingueño (o como se diga) de hueso colorado, y de su región hablan libros de poemas que no conocemos los que somos ignorantes; pero en cada uno de esos libros el poeta da constancia de su amor por la tierra en varios niveles, anteponiendo la magia de la tierra incluso a la magia del propio discurso amoroso/poético.
Y bien, a Efraín le tocó estar amorosamente en la casa paterna en Ocosingo, el día en que un sector declaró la guerra a muchos otros. Y de esa experiencia (que nadie quisiera experimentar, a menos que estuviera loco), Efraín Bartolomé hizo este libro. Y lo confieso de entrada: de todos cuantos he leído al respecto me parece el mejor. Por varias razones.

(Ignacio Trejo Fuentes, La Cultura en México, Siempre!, 2 de noviembre de 1995, pág. 66)



Las impresiones de un estado de cosas novedoso y terrible (...) han quedado capturadas por Efraín Bartolomé en su libro Ocosingo, diario de guerra y algunas voces, publicado por Joaquín Mortiz, México, 1995.
Entre la desinformación y el caos, entre el miedo y la injusticia, entre el estupor y la muerte, el recuento de Efraín Bartolomé recupera la experiencia primordial de los sucesos incomprensibles y a veces necesarios para consolidar la justicia y la libertad; el poeta exhibe en su prosa una conciencia que vibra con su miedo y con el alma colectiva. Volumen indispensable y perturbador, necesario para que la memoria no olvide y aprenda de los errores del olvido.

(Alicia Zendejas, Excélsior, 8 de noviembre de 1995, pág. 7 B)



Efraín Bartolomé (...) nos narra el drama de una población chiapaneca que nadie o muy pocos conocieron. Ocosingo, diario de guerra y algunas voces se hermana con los Cuadernos de Sarajevo, del escritor español Juan Goytisolo. Ambos libros narran los hechos de unas guerras que aún no terminan; el dolor, el exilio y la desesperanza de una población heterogénea: en el caso Chiapas, blancos e indios; y en el caso de Sarajevo bosnios, croatas y serbios. Ambas guerras fincan sus inicios en un pasado histórico remoto o, por lo menos, es la bandera militar de sus líderes.

(Rocío Aceves, Ecos de la Costa, Colima, Col., 8 de noviembre de 1995, pág. 5)



Ocosingo, de Efraín Bartolomé (Editorial Joaquín Mortiz, agosto de 1995, 239 páginas) es el mas serio, objetivo y veraz relato, en forma de diario de un poeta, que haya leído (o me haya interesado) sobre los hechos que tuvieron lugar en ese pequeño poblado del estado de Chiapas durante los primeros 12 días de enero de 1994, junto al testimonio de siete habitantes del lugar. Este relato vibra de vida, dolor, sangre y denuncia hacia aquellos que atienden intereses bastardos.

(Andrés Garza, Entre líneas, Magazzine, Reforma, 10 de diciembre de 1995, pág. 28)



Es la mañana del primero de enero de 1994 en Ocosingo. Bartolomé y su familia habían festejado sin mayor novedad la noche vieja, como si en ello se celebrara la continuación, no sólo de una tradición sino de una normalidad que, al afirmarse, parece conjurar su fragilidad. Bartolomé despierta con la noticia y como por instinto agarra un cuaderno y escribe: "Son las 8:57 del primero de enero de 1994. Mi padre me despierta con la noticia. El pueblo está tomado. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha declarado la guerra a Salinas". Su siguiente acotación marca el espíritu del libro: Incredulidad. Así arranca, fervoroso, inquisidor, lapidario e incrédulo, el diario que recoge sus impresiones durante los primeros doce días de enero de 1994 y que abarcan un poco más de ciento ochenta páginas del volumen.
Efraín Bartolomé se ciñe a lo inmediato, no con la intención periodística de cubrir una noticia, sino con el impulso de captar las imágenes y circunstancias que vive de cerca con las primeras palabras que tiene a la mano en un afán por comprender y ordenar desde lo escrito la tremenda sucesión de los acontecimientos. (...) Bartolomé no da concesiones, transcribe las cosas tal y como las ve. De las informaciones dadas por terceros siempre queda el dejo de su improbablidad, nunca deja de ser escéptico y lo único a lo que se aferra desde las palabras es a su propio testimonio, desde el cual es implacable.
Bartolomé no levanta el dedo acusador, se remite a describir un proceso que en sí mismo se delata en su ironía y absurdo, en su crueldad y despropósito. Su ánimo se vuelve pesimista y fatal en el descreimiento, primero de que por medio de la violencia pueda provocarse un cambio (la historia con sus constantes, se revela adversa) y, segundo, porque del caos no puede surgir otra cosa que el caos, y toda ventaja, toda ganancia que puede sacarse de él es ante todo política.
Bartolomé, que se ha destacado como un poeta que le canta a lo primigenio, a la relación mítica que une cielo y tierra, y que tiene su máxima encarnación en los trabajos y los días del hombre, manera indispensable de honrar a la divinidad, a los ancestros y a la tradición, no puede dejar de hacer notar la poética que anima su obra durante la redacción de su diario. Bartolomé, como bardo que guarda los orígenes y la historia de la tierra que lo vio crecer, hace recuento de los orígenes de Ocosingo como paraíso rural, su primera inaccesibilidad, el sueño que logró hacerla realidad, y los altibajos y arbitrariedades, hecho relato mitológico de cómo el afuera o los otros llegaron en el trascurso de su existencia y acabaron por gestar el estado actual de cosas. Ocosingo, diario de guerra y algunas voces, es un libro incómodo.

(Ricardo Pohlenz, El Semanario Cultural de Novedades, 19 de noviembre de 1995, pág. 5)



He leído de un tirón el testimonio del poeta Efraín Bartolomé Ocosingo, diario de guerra y algunas voces (Joaquín Mortiz, 1995). Se trata de un diario personal que da cuenta de los primeros doce días del conflicto vivido precisamente en Ocosingo. Y el diario es complementado con siete breves testimonios.
No creo que un texto tan crudo y elocuente, marcado -sin metáforas-, por la tensión entre la vida y la muerte, por sentimientos encontrados e indicios apenas germinales, deba y pueda adelgazarse con una lectura política. Se que resulta siempre simplificador y peligroso reducir la vida a la política; no obstante, mi deformación profesional no resiste subrayar algunas de las claves del texto, a sabiendas que su densidad y su "tono muscular" se pierden en el ejercicio.
El testimonio de Efraín Bartolomé navega contra corrientes, y no sólo por lo que a primera vista estalla (su falta de complacencia con la apuesta del EZLN) sino por el intento de llamar a las cosas por su nombre, sin edulcorarlas con los artificios de las ideologías que convierten a la muerte en liberación y a las diferencias de intereses en motores de la guerra.
Seis trazos de libro quiero comentar.
1. La violencia es violencia, es violencia. Efraín Bartolomé es testigo de la entrada del EZLN a Ocosingo, de su efímero triunfo, de la llegada del ejército a la ciudad, de los combates que se desarrollan sobre todo en el mercado, y de su secuela. Se trata de un episodio de muerte, tensión, miedo, saqueo, secuestros, indefensión, abusos. Escucha Efraín Bartolomé: "Parece que es una de las viudas de los policías", y entonces observa y escribe, "Ahí va, sola, joven, aullando de dolor, por la calle vacía". Un solo botón de muestra.
Volver a lo elemental cuando ello es lo fundamental resulta un respiro. Porque cuando la gente (desde su mirador lejano) olvida que la guerra es sangre, dolor y muerte, al horror de la violencia hay que sumarle el de la estupidez.
2. La política es superior a la violencia. Efraín Bartolomé no esconde su malestar por los políticos ("y vendrán los políticos torvos con su lengua retórica") e incluso su desprecio, pero sabe, muy a su pesar, que la política es superior a la guerra. Porque se trata de la palanca que puede modificar la ruta de sangre hasta trocarla en camino de diálogo. "¡Nos quieren tanto los políticos! ¡Se preocupan tanto por nuestro bienestar! ¡Les interesa tan poco el poder personal! ¡Es taaanta su abnegación! ¡Ah, los habladores profesionales... de izquierda y de derecha...! Con todo, son preferibles a los matones del Despotismo Encapuchado".
Para el poeta se trata de optar por el mal menor. Pero saber reconocer el mal menor en un ambiente cargado de fascinación por el mal mayor, es no sólo un signo de lucidez, sino, literalmente, de vida.
3. Los otros, los rancheros. Ante las simplificaciones en curso, que de manera armónica dividen al mundo en buenos y malos, opresores y oprimidos, Ocosingo... ofrece una visión de "los otros", de los rancheros, distinta. En primer lugar aparecen como gente, es decir, personas con intereses, visiones, pasiones y necesidades. Y los hay, imagino que para sorpresa de muchos, emprendedores y trabajadores. Esta otra versión de "las cosas" sirve para darle terrenalidad al agudo conflicto, ya que el mismo deja de ser un enfrentamiento entre arcángeles y demonios, para aparecer como un enfrentamiento cruzado por intereses y prejuicios.
4. Los prejuicios. Las múltiples visiones de los indios expresan esa abigarrada constelación de prejuicios que acaban por modular las opiniones y conductas que cruzan incluso a las familias. Claro que existe racismo, desprecio por el indio, malos tratos,. Y no está mal despreciar a los que desprecian. Efraín Bartolomé nos recuerda la infinidad de expresiones que acuña ese "machetazo sobre el corazón del roble": "maldito indio", "indio desgraciado", "indio tenías que ser", "los cabrones indios..." Sentido común agresivo y opresor, pero que no parece que pueda ser combatido con sus antónimos: "los inditos", "los indios de alma pura", "los nobles indios". Todos hombres, cargados de necesidades, intereses, fantasías y prejuicios, y la necesidad de construir relaciones de igualdad y respeto.
5. Las reacciones, las imágenes. ¿Cómo vive la gente un momento traumático como el de la guerra? ¿Qué piensa y cómo reacciona? No hablamos por ahora de los militantes, los soldados, los periodistas o los políticos, sino de la gente a la que se aparece el cataclismo de la violencia. Esa, que debería ser una preocupación central de todos, de repente se desvanece para dar paso a las interpretaciones y las consignas más floridas, que olvidan ¿curiosamente? a las personas. Efraín Bartolomé nos describe las reacciones que oscilan entre la nobleza y la más descarnada avidez. Aparece aquél que se preocupa por el suministro del agua para la ciudad y decenas o centenas que se dedican al simple y contundente oficio de saquear las tiendas. Y también los testimonios tristes. Pregunta La Tona: ¿será verdad que ya no somos mexicanos? Unos, de esos hombres, decían que el gobierno ya nos vendió a los gringos. Que todo lo vendió. ¡Que hasta Palenque vendió! Que ya somos de ellos..."
Confusión, rumores, odio creciente, llagas abiertas, delirio, los primeros saldos de una situación de guerra.
6. Los toros desde la barrera. Lo sabe cualquiera, pero Efraín Bartolomé no desea que se olvide: no es lo mismo estar en el ruedo que en el tendido. Y a lo largo del texto aparece la rabia contra los pirómanos que inflaman el fuego desde lejos, contra los especuladores que no exponen nada. La imagen final del mercado, con "aquel olor a mortandad que había atraído moscas, perros, zopilotes", y "reporteros que mañana eructarán carroña", informa del coraje del poeta contra quienes juegan y apuestan con el dolor ajeno...
El 6 de enero de 1994 escribía: "Y los universitarios de la gran ciudad deben estar ya celebrando la violencia en los alrededores de Coyoacán, en las cafeterías, en las aulas. Y muchos intelectuales deben estar desempolvando sus sueños belicosos, dispuestos a colgar, sobre el poster del Che lleno de telarañas, estas nuevas versiones de héroes con botas puestas". Y, por desgracia, no se equivocó.
Mientras,"uno está aquí, lleno de dudas, sin entusiasmarse, sin ganas de aplaudir ni al zopilote, ni a la mosca, ni al perro, ni al guerrero dispuesto a sacrificar ciento cincuenta mil vidas si es necesario".

(José Woldenberg, La Jornada, 2 de diciembre de 1995, pág. 5)



UM OLHAR SOBRE A POESIA MEXICANA CONTEMPORANEA

ME: Como se dá na poesia mexicana atual a relação entre história e memória, na abordagem de suas raízes e tradições?
AR: De novo, com uma grande diversidade de caminhos poéticos. Embora não seja um dos temas predominantes, está presente aqui e ali em várias obras. Os temas pré-hispânicos são freqüentes em muitos poetas. Como é agora o universo indígena, depois de Chiapas. Um presente com uma forte carga de passado. Nestes temas a queda na demagogia e nos estereótipos é fácil e freqüente. Os bons poetas tendem a evitá-los ou subordiná-los a uma dimensão poética pessoal, na tradição de Carlos Pellicer, de Rubén Bonifaz Nuño ou na de Octavio Paz, em "Piedra de Sol".
ME: Haveria algum poeta mexicano contemporâneo que tenha lidado com a questão de Chiapas de forma criativa?
AR: Sim, um poeta de Chiapas, Efraín Bartolomé, viveu todo o começo da rebelião forma intensa e dolorosa. Sua família, como muitas em Ocosingo, seu povoado, foi ameaçada de morte pelos guerrilheiros zapatistas que exigiam que se unissem a eles sob o risco de serem declarados "inimigos da Revolução". Foi testemunha de fuzilamentos arbitrários e seqüestros. Sua poesia adquiriu uma profunda dimensão histórica sem deixar de ser poesia. Na grande maioria de outros poetas que escrevem sobre o tema, abundam os estereótipos épicos à maneira stalinista, ou um populismo retórico bastante melodramático.

(MARÍA ESTHER MACIEL: ENTREVISTA COM ALBERTO RUY SÁNCHEZ. Texto publicado na Revista Poesia Sempre. Rio de Janeiro, Biblioteca Nacional, n.15, nov/dez.2001/jan2002)



Cuando el ejército zapatista dejó escuchar los disparos de sus armas, Efraín Bartolomé se encontraba en Ocosingo, Chiapas. Deseaba fijar en el papel los días aciagos de la turbulencia en su pueblo natal, decir lo que jamás se dijo. Y escribió con bella prosa este libro de estampas crueles y dolorosas. Para que no se olviden jamás y por lo menos sus lectores sepan y conozcan la otra cara de la moneda, la que se calló por costumbre o no quisieron que se supiera. Efraín Bartolomé penetra de lleno al mundo de la narrativa y lo hace con el pie derecho, ya que como poeta estimula nuestra capacidad de asombro con su vigorosa imaginación en permanente evolución y metamorfosis. Su prosa desgarra y acaricia.

(César Pineda del Valle, Es! Diario Popular. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 15 de junio de 1996)



El texto de Bartolomé es el más fuerte que se ha escrito sobre la violencia del conflicto chiapaneco. Aquí la violencia aparece como una extensión grotesca de la vida cotidiana; la imagen de los despojos diarios convertidos en cadáveres inclusive puede señalar como la violencia social de todos los días lleva al estallido revolucionario. No hay una heteroglosia en el texto, pero con las representaciones tan vívidas de la violencia sí se registra una contradicción dentro del proyecto hegemónico. Al representar este aspecto del conflicto, vemos que aun una obra que critica al movimiento armado puede aportar representaciones de lo que Beverley llama "the real thing."
A su vez, las imágenes de la violencia que produce el Diario de Guerra pueden ayudar a desmitificar la celebración del zapatismo como un movimiento "posmoderno" que lucha más a través de los medios masivos y el internet que con las arma. El texto también debe de ser un fuerte llamado a quienes quieren ver en el zapatismo una reivindicación de la lucha armada. A fin de cuentas, lo que está en tela de juicio con el zapatismo son las vidas de quienes han decidido jugar todo por un futuro mejor. Olvidar la historia de estas personas significa convertir el zapatismo en el cumplimiento de nuestras ansias intelectuales. Y esto es caer en un deseo que ya debemos de conocer bastante bien y que se llama colonialismo.

(Brian Golnick: Even better than the real thing. Torre de Papel. Depto. de Español y Portugués de la Universidad de Iowa. Publicado en v.9 #2 -verano de 1999)






Nota. Algunos comentarios sobre el libro:

OCOSINGO Diario de guerra y algunas voces. Joaquín Mortiz, México, 1995 Primera reimpresión: 1996



 

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