Francisco Hernández | |
1 Suena el color dorado en las orillas del ojo, del mar del ojo, del mal de ojo. Sueña una imagen color naranja con ser, eternamente, una perseguidora quintaesencia. Por eso, a las trampas del ojo me encomiendo. Y me inflamo, por si llegan a tiempo las pesadillas del cristalino. ... | |
Podría ser que la música y la poesía fueran una misma cosa, o tal vez dos cosas que se necesitan mutuamente como la boca y el oído, pues la boca no es más que un oído que se mueve yque contesta. Novalis Miro la música de Schumann como se ve un libro, una moneda o una lámpara. ... | |
Cuando naciste surgió en el bosque una inquietud extraña. Criaturas belcebúes vertieron en un claro el azogue de Los Gemelos y una quemazón de unicornios cimbró con su galope el vértigo de la penumbra en disonancia. Este niño tiene que ser un santo a su manera dijo tu padre ... | |
Para escribir una canción que empiece en anacrusa, es necesario portar un traje de terciopelo negro y nadar en el Rin a la luz de la luna decías, mientras tu silueta de larga cabellera silbaba el rondó de un músico polaco. Entonces tu rostro revelaba el surco de las arrugas ... | |
En la primavera conociste a la niña Clara. Ella jugaba dentro de una jaula con los címbalos y el armonio que la escoltaban desde su nacimiento. De los címbalos partía la ráfaga que corta los glaciares. Del armonio brotaba El Intervalo del Diablo, que al transformarse en burbuja ... | |
La niña Clara camina por la playa en el límite justo de las olas. El color de su piel toca la espuma. El caracol aprende sus palabras. La niña Clara camina por el bosque con agujas de pino entre los labios. Pasa un azul de plumas invisibles. Una pared de hiedra se levanta. ... | |
Eras dos, Robert Schumann, dos gemelos distintos en un solo cerebro verdadero. Uno quería que tu corazón se enterrara dentro de un violín y el otro que se sembrara en una maceta. Uno quería que tu mano derecha se sepultara dentro de un clavicordio y el otro que se guardara ... | |
Dos años después de tu zambullida en el Rin, la niña Clara llegó a visitarte por última vez al manicomio de Endenich. El atardecer rodeaba de angustia su cabello. El aire tenía peso de vapor subterráneo. Creyendo que era la más reciente composición de Brahms le tendiste los brazos ... | |
Dios está podrido en dinero, dice en voz baja un comerciante del pueblo. En sus eternos ratos libres, se entretiene devorando la imaginación de quienes no tienen para comer. ¿Quiere retratar... | |
Ibas a la montaña en busca de jaguares, tapires o faisanes. Siempre te acompañaba la mujer de otro. En mis sueños te veía raudo por la playa, eludiendo tenazas de cangrejos azules. Ahora caminarás desnudo por la noche sin término. Ojalá te encuentres con los ojos de todos los animales ... | |
Fotografiar la claridad, ya con el viento ido. ¿A dónde va el viento cuando no lo escuchamos? ¿En cuál basurero se refugia arremolinado? ¿Quién sopla en las arterias de sus tolvaneras para dotar de empuje sus respiros? Fotografiar la oscuridad dentro de un ataúd... | |
Quitar la carne, toda, hasta que el verso quede con la sonora oscuridad del hueso. Y al hueso desbastarlo, pulirlo, aguzarlo hasta que se convierta en aguja tan fina, que atraviese la lengua sin dolencia aunque la sangre obstruya la garganta. | |
Para Jorge Esquinca El poeta no duerme: viaja por la cuerda del tiempo. El poeta está hecho de memoria: por eso lo deshace el olvido. El poeta no descansa: el tiempo lo desgasta para probar que existe. | |
La muerte siempre trae una cámara en las manos. Dentro de ella gira, sin misericordia, un rosario donde cada cuenta es el centro de un sistema solar. La muerte se regocija cuando, vestidos de arlequines, Posamos junto al retrete en un rincón del patio. Pero ella oculta su ropaje... | |
Cierro los ojos. Me arrastra el sopor hacia los territorios de la fiebre y, mecánicamente, limpio mis dedos pegajosos de semen en la trama del mosquitero. Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas, su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, ... | |
La primera mujer que recorrió mi cuerpo tenía labios de maga: labios verdes y azules, con sabor a fruto silvestre, con señales indescifrables como la miel o el aire. Muchas veces incendio mis cabellos con siete granos y siete aguas, cOn ensalmos que sonaban a campanillas de barro, ... | |
Paura no tiene cono: tiene un molusco arroz entre las piernas, un coral palpitante, un fruto que perfuma mis vísceras y el aliento de los tiburones. Cuentan que fue muy bella en su primera infancia. Dicen que su pelo servía de faro en noches de tormenta y que su lengua salvó ... | |
A una mujer que va de viaje al mar es inútil llenarla de palabras. El mar le chupa los vertederos de la sinovia, le abrillanta la voz, dibuja su abdomen en la arena, le corta la respiración con sus alfanjes herrumbrados. A una mujer que va de viaje al mar no le hablen de la tierra firme ... | |
Antes de que llegara el tiempo de la fiebre, un tacuazín devoró a la guacamaya que alegraba lo sórdido del patio. Mi padre, conmovido por mi desesperación, construyó una trampa grande y resistente, con tablones del aserradero. En su interior dispuso granos de maíz, ... | |
A partir de septiembre el río no ha hecho más que crecer. Se lleva lo que a su paso encuentra: casas, puentes, arrumbadas berlinas y muros de contención. La cola del huracán, envuelta en lluvia, llena mi espacio de pájaros sin nido que irrumpen como malas noticias. ... | |
Sentado al borde de la cama, es decir, al borde del abismo, miro el suelo distante que me espera. Lo toco con la punta del pie como se toca el agua de un estanque: lo siento helado y ríspido, frágil y plagado de nudos, como la mano al sol de un viejo artrítico. ... | |
Siéntate ahí, sobre esa piedra, la más blanca, a la entrada de la casa en ruinas. Abre las piernas. Así. Ahora sube la izquierda al escalón, el menos claro, y permite al rebozo acomodarse en la rodilla. ¿Te quitaste el cinturón de castidad como te lo pedí? Sonríe sin mirar a la cámara... |
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