☰ menú
 


listado de poemas por primeros versos letra d

a-b-c-d-e-f-g-h-i-j-k-l-m-n-o-p-q-r-s-t-u-v-w-x-y-z

136 poemas con la letra "d"

1 2 3 > .

Jornada de la soltera de Rosario Castellanos
Da vergüenza estar sola. El día entero arde un rubor terrible en su mejilla. (Pero la otra mejilla está eclipsada.) La soltera se afana en quehacer de ceniza, en labores sin mérito y sin fruto; y a la hora en que los deudos se congregan alrededor del fuego, del relato, se escucha el alarido ...
Las palabras de Octavio Paz
Dales la vuelta, cógelas del rabo (chillen, putas), azótalas, dales azúcar en la boca a las rejegas, ínflalas, globos, pínchalas, sórbeles sangre y tuétanos, sécalas, cápalas, písalas, gallo galante, tuérceles el gaznate, cocinero, desplúmalas, destrípalas, toro, buey, arrástralas, hazlas, poeta, ...
Nada puedo pedirte de Julio César Aguilar
Dame lo que me quieras dar, Señor, nada quiero pedir, nada te exijo, hoy ya comprendo que si miro el cielo es tu resplandor de luz lo que miro; cuando me siento extraviado en la noche en tus estrellas encuentro el camino. Eres, Señor, agua para la lluvia, para los manantiales y los ríos; ...
Los besos de Efrén Rebolledo
Dame tus manos puras; una gema pondrá en cada falange transparente mi labio tembloroso, y en tu frente cincelará una fúlgida diadema. Tus ojos soñadores, donde trema la ilusión, besaré amorosamente, y con tu boca rimará mi ardiente boca un anacreóntico poema. ...
De algo estamos confesándonos... de Tomás Segovia
De algo estamos confesándonos emocionadamente hijos si en un agua tan limpiamente fraternal bogamos. Nunca se cierra del todo nuestra diferencia, una ironía de nuestra igualdad la tiene siempre en vilo, y hasta cuando estamos sometiendo al otro nunca hemos olvidado...
Sonetos (170, 172, 174) de Sor Juana Inés de la Cruz
De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del arrepentimiento Cuando mi error y tu vileza veo, contemplo, Silvio, de mi amor errado, cuán grave es la malicia del pecado, cuán violenta la fuerza de un deseo. A mi mesma memoria apenas creo que pudiese caber ...
De cuál oscuro océano... de Salvador Novo
De cuál oscuro océano la gota —lágrima al fin— de sal apasionada en voz, en luz, en hálito mudada, me delegó su triunfo o su derrota? ¿Hasta cuál rendiré —rivera ignota— este grano de arena iluminada, o qué raíz a mi raíz atada redimirá mi sabia seca y rota? Mi ayer os doy, mis siglos...
La septuagésima sexta de Alejandro Aura
de dónde nace el fuego vasta luz basta candente luz déjame pensar de dónde cómo he de sacar en claro nada entre tanta claridad de la rajada primera del oculto corte del medio de la carne de mujer ya sé de dónde de un ojo que puede construir lo que no ve perdona...
Entre la espuma, sal en mi lengua, gota en mi cuello (II) de Jaime Reyes
De entonces te conozco, raís del insomnio, agua detenida: de entonces es que sé lo que me dejaste y ya no ignoro lo que fui. Porque amo en ti lo que tienes de mí y de ti y de los demás y esto no lo guardas ni lo tiras. Ahora puedes decirtme cuándo callar, cuándo taparme los ojos y no dormir, ...
Los bares del sur de Vicente Quirarte
De gitana los ojos; las ojeras, victoria de la noche. De renovado mármol la epidermis. Mascarones de proa, los dos pechos navegan por el mar de los sargazos entre ardidos, piratas y sedientos. Los zapatos celestes, grande y honda la herida del taconear ligero y de la falda que, ...
Atrás de la memoria de Marco Antonio Montes de Oca
De hinojos en el vientre de mi madre Yo no hacía otra cosa que rezar, Por la grieta de su boca perfumada Alguna vez el resplandor externo sorprendí; No estaba yo al corriente de la realidad Pero cuando ella sonreía Un mediterráneo fuego se posaba En el quebradizo travesaño...
En la muerte de la excelentísima señora marquesa de Mancera de Sor Juana Inés de la Cruz
De la beldad de Laura enamorados los cielos, la robaron a su altura, porque no era decente a su luz pura ilustrar estos valles desdichados. O porque los mortales, engañados de su cuerpo en la hermosa arquitectura, admirados de ver tanta hermosura no se juzgasen bienaventurados. ...
Los visitantes de Fernando Sánchez Mayans
De la infinita soledad de la noche dos ángeles nocturnos llegaron a tomar un café. Bajaron iguales de la mano del aire fresco traspasado de estrellas. De la ciudad vinieron silenciosos como dos sombras distintas. Uno tenía un nombre que parecía el sonido duro de una región...
Virgo Triunfans de Manuel Ponce
De la mañana venía y a la mañana iba; era de la mañana y la mañana era. Jugaban a ser mañana, y en el balón del día la mañana iba entera. Eran dos: ella y la mañana. Nueve y veinte en la mañana, en un reloj sin tiempo, una mañana eterna. Luz y perla en el día, sol...
Mercado de la Merced de Griselda Álvarez Ponce de León
De la Merced hetairas baratonas, mercado de la carne, pocos años, son de trece o de quince, no hay engaños. ¡Pásale mi marchante, son fregonas! No pienses que quizá fueron personas o que el SIDA letal les unta daños. Es carne dura, fresca y son rebaños ovejas negras estas...
Patria amaneciendo de Jaime Augusto Shelley
De la semana escoge algo venido de lunes con vaciedad atropellada. Di que esa mañana saliste a la calle buscando decir, dejar de lado, estallar con todos, cargado de eso que fue y nunca acaba. Martes lumínico, crecido dentro, vida de otros, ahora tuya. Al salir, imagina que no es martes, ...
Moisés de Enriqueta Ochoa
De la transparencia nutricia del agua provenimos. Mosché, salvado de las aguas, fue su nombre; el relámpago de la cólera, su sombra. Marcado al descuajar de su raíz a un hombre, vagó dentro de sí perdido como gota de agua en el vaso de la eternidad. Huyó al desierto perseguido...
Las perfecciones naturales de José Emilio Pacheco
De las capitanías de la oruga sabe el rosallo que le corresponde Silenciosas boquitas que roen de nocheo bajo la altanera plenitud del gran sol las perfecciones naturales Ante ellas no hay belleza Sólo avidezsólo la necesidad de estar vivas Y perduran matando como nosotros ...
De las nueve de la noche en adelante... de Jaime Sabines
De las nueve de la noche en adelante, viendo televisión y conversando estoy esperando la muerte de mi padre. Desde hace tres meses, esperando. En el trabajo y en la borrachera, en la cama sin nadie y en el cuarto de niños, en su dolor tan lleno y derramado, su no...
Signos de Jeannette Lozano
De las piedras profundas un agua cristalina refleja el oro y el bronce, la cara del buey, las puertas y los nardos que tu partida deshacía. * Quiero acariciar tus cabellos cansados, agitar el légamo, adentrarme en el germen intocado de tu nostalgia y ser casi muerta en la agonía desde siempre, ...
Polvo (fragmentos II) de Guadalupe (Pita) Amor
De lo gris me salí, y al polvoriento gris he retornado. ¡Cuanto yo concebí, sólo fue imaginado, que el realizar a mí me está velado! Va a perderse mi huella... Sólo soy llamarada del destino; una loca centella que tiene el desatino de pretender que el polvo sea divino. ...
Ausencias de Alfonso Reyes
De los amigos que yo más quería y en breve trecho me han abandonado, se deslizan las sombras a mi lado, escaso alivio a mi melancolía. Se confunden sus voces con la mía y me veo suspenso y desvelado en el empeño de cruzar el vado que me separa de su compañía. Cedo a la invitación...
Lubina de Juan Rulfo
De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho. Allí la llaman piedra cruda, y la loma que sube hacia Luvina la nombran Cuesta...
En los pistilos de María Baranda
De luz te vi nacer donde la estirpe de un sol de sangre entre las nubes límpido alumbra la voz de las raíces. Si entro en tu sueño me despierto, amanecen las sombras por tu alcoba, en tu nombre se enciende verde el mundo donde estallan luciérnagas de lumbre. ...
La manía del viento de Luis Alberto Arellano
De nada sirve volarrodeado de puro aire Es mejor remontar las alas entre la negra tierra Entre el risco metálico En lo profundo del silencio Volar ahí a brazada molida con lo pétreo Habría que luchar con el polvo desde su origen de polvo con su condición de roca en desgaste ...
Ebriedad de Dios (2) de Luis Armenta Malpica
De niña me enseñaron que yo era una manzana y el hombre era el cuchillo. Las mujeres teníamos que lograr que nos pelaran se hundieran hasta el mango en nuestra carne y le dieran salida a las semillas. Ya en espiral -con nuestra piel deforme, oscura por el tiempo- ...
Corteza de Fabio Morábito
De niño me gustaba desprenderla, limpiar el tronco, dejar al descubierto la verde urgencia de otra capa, sentir abajo de los dedos la rectitud del árbol, sentirlo atareado allá en lo alto , en otro mundo, indiferente a mis mordiscos, capaz de sostenerse sin corteza, capaz...
Despojos de Carmen Alardín
De noche alguien evoca la esperanza. Ella nos habla de las cicatrices que va cubriendo el tiempo. Y tú, dentro del aire, allá muy...
Diario de tu cuerpo (III) de Hugo Gutiérrez Vega
De nuevo llegas a mi casa. Conoces el camino y sabes que mis cosas se han amoldado a ti. En el espejo queda tu reflejo. En la tarde de la ciudad, bajo las máquinas; en la tarde amarillenta, sucia, habitada de sombras, manchada por las prensas, vociferante río de niebla ...
Aeropuertos de Edel Juárez
De pie, frente al área de llegadas, he descubierto que el amor concentrado por la espera vuelve a los humanos seres blandos que, de un momento a otro, desaparecerían por las coladeras; actitud tan solo pospuesta por el infinito placer que supone el encuentro con la persona amada. ...
Décimas a mi muerte (II) de Elías Nandino
De tanto saberte mía, muerte, mi muerte sedienta, no hay minuto en que no me sienta tu invasión lenta y sombría. Antes no te conocía o procuraba ignorarte, pero al sentirte y pensarte he podido comprender que vivir es aprender a morir para encontrarte.
Aldea andaluza de Francisco A. de Icaza
De toda tu belleza en mí solo perdura, entre el deslumbramiento de la intensa blancura de la cal luminosa que tus muros enjarra, la queja de una copla que los aires desgarra, y en el calcinamiento de la estéril llanura, aquel rincón de paz, oasis de frescura, perdido en la planicie donde el sol achicharra ...
De tu centro entrañable la noche se derrama... de Tomás Segovia
De tu centro entrañable la noche se derrama tú sola por los dos la traes a nuestra casa lleva su sello por los dos tu cuerpo solo huele a antiguos metales la efusión de tu sangre a luna de hondas minas y mercurial tiniebla son el fuego y la sombra un solo óxido en ella tú sola...
De tu ligera planta... de Sor Juana Inés de la Cruz
De tu ligera planta el curso, Fenix rara, pára, pára; mira que se adelanta, en tan ligero ensayo, a la nave, a la cierva, al ave, al rayo. ¿Por qué surcas ligera el viento transparente? Tente, tente, consuélanos siquiera; no nos lleves contigo el consuelo, el amparo, el bien y abrigo. ...
Conjuro de Jaime García Terrés
De tu mirada llena las bienaventuranzas aguardamos, rotundo sol de mayo: Aquellos cuerpos en la calle solos están. Huye la pena misma de su lado. Catástrofes y fiebres asédianlos ajenas a distancia. Y les niega raíces la tierra que su sombra hiere. No permitas que rueden abolidos ...
Al volante de un automóvil, por la carretera panamericana de Tuxtla Gutiérrez a la Ciudad de México de Oscar Oliva
De Tuxtla a la ciudad de México hay más de mil kilómetros de distancia más de un millón de metros más de cien millones de centímetros, más las piedras, más los árboles, que no se pueden medir, ni contar, que he recorrido tantas veces, a tantos kilómetros por hora, con mucho calor...
La peña majestuosa de Joaquín Arcadio Pagaza
De un monte el dorso ríspido y serrado tiene por trono, y la escarpada cumbre; se corona en laurel, y su techumbre las nubes son y el éter azulado. Por cetro empuña verde y arriscado monolito de enorme pesadumbre; las colinas su regia servidumbre son, y su imperio el valle ...
Manifiesto de Francisco Magaña
Decía que: en sus ojos el silencio es un pájaro abril de madrugada, la espera es la abolición del instante. Decía que: una palabra es la revelación del signo que jamás alcanzaremos a descifrar, la escritura es la tinta más endeble de su propia interrogante, la noche aparece ...
Mujer inconveniente de Thelma Nava
Definitivamente no, señora mía usted no es la mujer que conviene a su marido. Carece de imaginación utiliza el gastado lenguaje de las mujeres de nuestros abuelos. Alterna las visitas a los supermercados con las telenovelas y espera con la crema puesta la cuota semanaria del amor. ...
A Erigone de Luis G. Urbina
Deja que llegue a ti, deja que ahonde como el minero en busca del tesoro, que en tu alma negra la virtud se esconde como en el seno de la tierra el oro. ¡Alma sombría, ayer inmaculada! Tu caída me asombra y me entristece. ¿Qué culpa ha de tener la nieve hollada si el paso del viajero la ennegrece? ...
Dejad las hebras de oro ensortijado... de Francisco de Terrazas
Dejad las hebras de oro ensortijado que el ánima me tienen enlazada, y volved a la nieve no pisada lo blanco de esas rosas matizado. Dejad las perlas y el coral preciado de que esa boca está tan adornada; y al cielo, de quien sois tan envidiada, volved los soles que le habéis robado. La gracia ...
Madrigal efusivo de Luis G. Urbina
Déjame amar tus claros ojos. Tienen lejanías sin fin, de mar y cielo, y sus fulgores apacibles vienen hasta mi corazón como un consuelo. Deja que con tus ojos, se iluminen mis viejas sombras y se vuelvan flores; deja que con tus ojos se fascinen, como aves de leyenda, mis dolores. ...
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto de Homero Aridjis
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto para saber lo tuyo por su nombre y a través de tus letras hablar de lo que permanece y también de auroras y de nieblas. Déjame entrar para aprenderte y girar en tu órbita de voces hablándote de lo que me acontece describiéndote a ti. Quiero dar ...
Déjame de Homero Aridjis
Déjame estoy lleno de ti, no te perderé, llevo conmigo tu esperanza invicta y los diluvios de tu claustro; he visto levantarse de tus pupilas el sentimiento inaugural del hombre, pero todavía no tengo la sangre y la tierra y la palabra no me pertenecen ...
Tu cabellera de Manuel María Flores
Déjame ver tus ojos de paloma cerca, tan cerca que me mire en ellos; déjame respirar el blando aroma que esparcen destrenzados tus cabellos. Déjame así, sin voz ni pensamiento, juntas las manos en el néctar de tu aliento, abrasarme en el fuego de tus ojos. Pero te inclinas... ...
Algo para guardar de Lucero Alanís de Gurrola
Dejamos una vida cada noche al borde de la cama En las ropas sacudimos con fuerza el polvo del fracaso No desnudos del todo en las cobijas prendemos un trozo de mañana para soñarlo muy dentro de ese par de zapatos ...
Epitafio para Anaïs Nin de Juan Domingo Argüelles
Dejo en su tumba unas cuantas palabras húmedas y silenciosas como un gato. Para la tumba de Anaïs Nin. Para su pelo que nunca conocí y sus muslos que un día fueron hermosos,lo aseguro. Para sus sueños donde solía hablar despacio en lo redondo de una oreja, ...
El ladrón de Enrique González Martínez
Del jardín de mis hurtos, fui señor y soy reo. Abrí todas las puertas del edén de la vida, si alguna cerró el paso, la forzó mi deseo. Aprisioné cien años la alondra y el gorjeo; cien años hinqué el diente en la fruta prohibida. Expulsado y proscrito el castigo perdura; ...
Mundonuestro de Julio César Aguilar
Del niño que respiró en mí alimentado de mi sangre y con mis huesos protegido, de ese solo niño criatura amarga, no sé exactamente si algo de su ser perdure aún, invicto en su catástrofe de miedo. En realidad, me sobrevive su mirada, relámpago furioso partiendo ...
En memoria de mi perro de Luis G. Urbina
Del raído jergón en que yacía mi perro moribundo, alzó la testa, la gran testa escultórica, orgulloso y altivo, como un dios agonizante. En sus ojos, profundos y febriles, súbitamente se encendió un relámpago de amor inmenso. Mi tristeza entonces quiso asomarse a mis pupilas para dar ...