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25 poemas aleatorios | |
¡Quién me diera tomar tus manos blancas para apretarme el corazón con ellas, y besarlas... besarlas, escuchando de tu amor las dulcísimas querellas! ¡Quién me diera sentir sobre mi pecho reclinada tu lánguida cabeza, y escuchar, como enantes, tus suspiros, tus suspiros de amor y de tristeza! ... | |
I Zumba ¡oh viento! zumba y ruge dispersando la simiente; que la crútula reviente a la furia de tu empuje. La hojarasca cruje, y cruje el ramaje tristemente; que tu garra prepotente los retuerza y los estruje. Resonando las serojas se estremecen al chasquido que crepita en las panojas, ... | |
Para simplificar pienso en tu sexo | |
para Amalia Bautista Lo más original no fue el pecado ni la ira de Dios, ni la serpiente, sino aquella oración que se dijeron al salir al exilio, temblorosos con el sexo cubierto por vergüenza: amor no soy de ti sino el principio . Selección del autor | |
Entre los tibios muslos te palpita un negro corazón febril y hendido de remoto y sonámbulo latido que entre oscuras raíces se suscita; un corazón velludo que me invita, más que el otro cordial y estremecido, a entrar como en mi casa o en un nido hasta tocar el grito... | |
Éste es mi territorio más secreto: he amado a la Diosa. Fui Acteón y soy el corzo ya. Huyo entre matorrales y mi propia manada me persigue: hiere mi amante piel. Con ladridos aún, pero mi entraña sabe que no tardarán mucho en darme alcance... | |
Brusco olor del azufre, repentino color verde del agua bajo el suelo. Bajo el suelo de México se pudren todavía las aguas del Diluvio. Nos empantana el lago; sus arenas movedizas atrapan, impidiendo la posible salida. Lago muerto en su féretro de piedra, sol de contradicción. (Hubo dos aguas... | |
Siéntate ahí, sobre esa piedra, la más blanca, a la entrada de la casa en ruinas. Abre las piernas. Así. Ahora sube la izquierda al escalón, el menos claro, y permite al rebozo acomodarse en la rodilla. ¿Te quitaste el cinturón de castidad como te lo pedí? Sonríe sin mirar a la cámara... | |
El día despliega su cuerpo transparente. Atado a la piedra solar, la luz me golpea con sus grandes martillos invisibles. Sólo soy una pausa entre una vibración y otra: el punto vivo, el afilado, quieto punto fijo de intersección de dos miradas que se ignoran y se encuentran... | |
Antes de conocerte te adiviné Sedúcelo. Abrázalo apretado y cántale derecho. Relata una sensualidad exuberante y hazle creer que le incumbe su exacto desempeño. Dile que tus ojeras son memoria del harem no tu desvelo, tu edad (menos tu insomnio y sus delirios). Llévalo a una función de media ... | |
Tú que estabas, estás y vas conmigo por la vuelta inconclusa de las horas cuéntame qué tan hondo vacío el de la cuerda ¡y en la red protectora qué silencio! Que silenciosa urdimbre de arañas cuidadosas que tejen con recuerdos de dolor, salvación. Y qué débil el hilo ... | |
Me impongo la costosa penitencia de no mirarte en días y días, porque mis ojos, cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia como si naufragasen en un golfo de púrpura, de melodía y de vehemencia. Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro tu eclipse ... | |
En esta hora fluvial hoy no es ayery aún parece muy lejos la mañana Hay un azoro múltiple extrañezade estar aquí de ser en un ahora tan feroz que ni siquiera tiene fecha ¿Son las últimas horas de este ayer o el instante en que se abreotro mañana? Se me ha perdido el mundo ... | |
Una Piedra del Sol sobre el cielo de la mañana asoma en lo alto el ancho rostro de basalto a la orilla de un charco de obsidiana y parece que su boca vierte un reguero de sangre humana y zempazúchiles de muerte... Es del trigo del sol la gran piedra molar que hace el pan de los días ... | |
Los hombres azules en el agua brillante los hombres negros en el agua y los peces saltando en el aire por sus cabezas los peces de mercurio y plata (Del libro de reciente aparición Estrella oída, coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.) | |
Sentado al borde de la cama, es decir, al borde del abismo, miro el suelo distante que me espera. Lo toco con la punta del pie como se toca el agua de un estanque: lo siento helado y ríspido, frágil y plagado de nudos, como la mano al sol de un viejo artrítico. ... | |
Si me voy este otoño entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos, en el campo, para seguir cantando a la intemperie. No amortajes mi cuerpo. No me escondas en tumbas de granito. Mi alma ha sido un golpe de tempestad, un grito abierto en canal, un magnífico semental que embarazó ... | |
Introducción El retrato del Niño mírenlo Uscedes, y verán cosas grandes en copia breve. De oro y plata en listones, un ramillete de encarnado es, y blanco, de azul y verde. No es retrato del arte, ni de pinceles, que es divino, aunque Humano sólo parece. Aunque parezca Humano, ... | |
Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre suave, manso, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo, bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche. Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti... | |
No tengo tiempo de mirar las cosas como yo lo deseo. Se me escurren sobre la mirada y todo lo que veo son esquinas profundas rotuladas con radio donde leo la ciudad para no perder tiempo. Esta obligada prisa que inexorablemente quiere entregarme el mundo con un dato pequeño. ... | |
Las voces que soplaron en el aire formaron en el aire una ciudad las lluvias que subieron y bajaron formaron en los lagos nubes de cristal los sonidos que siguieron caminos cardinales llevaron ruiseñores y sueños y olas hasta Dios y los que no yacieron... | |
Soy la Muerte— me dijo. No sabía que tan estrechamente me cercara, al punto de volcarme por la cara su turbadora vaharada fría. Ya no intento eludir su compañía: mis pasos sigue, transparente y clara y desde entonces no me desampara ni me deja de noche ni de ... | |
Vuelvo los ojos a la que soy Es la casa que mucho antes de mí se fundó En las colinas más altas de la dicha Reconozco objetos Fotografías en las que me veo crecer La habitación donde la primavera comienza Tú también vuelves Claudio La vida está en nuestras manos ... | |
El poema íntimo, el que no escribo: solo lo cohabito contigo. | |
Desnuda, mi funesta amante de piel vencida y casta como deshabitada, sacudes sobre el lecho voces y ternuras contrarias a mis manos, y un crepúsculo escucho entre tu cuerpo cuando al caer en ti agonizo en un nacer marchito, sin el duelo comparable al temor de tu agonía. ... | |
