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25 poemas aleatorios | |
La mujer dice el tiempo se ha apagado El hombre intenta conciliar el sueño La mujer pone cara de reloj descompuesto El hombre se apresura a componerla La mujer cree que es una flor y se marchita El hombre le da una cerveza por el tallo La mujer llora una lluvia de estrellas ... | |
Ya entiendo: la ciudad vivirá más que yo que la he amado. Allá ella, abandonada. Su corazón será un inmenso cacto, cubierto de primores y de muertos. 5 Sin embargo me iré a hacer otras ciudades; por un leve tiempo dejarás de importarme; aunque me vaya te estaré haciendo... | |
Pies para qué los quiero si tengo alas... | |
Olga Lucía, su mirada, Es una puerta entreabierta al final del pasillo Y un espejo. Dentro, la imagen de una niña que duerme En posición fetal. La misma niña que desde la ventana del miedo Inventa estrellas de diversos colores Y cae la noche más triste. ... | |
Mira al norte la peña en que hemos visto que la bendita imagen se destaca. Si al norte de la peña está Temaca, ¿qué le mira a Temaca tanto el Cristo? Sus ojos tienen la expresión sublime de esa piedad tan dulce como inmensa con que a los muertos bulle y los redime. ¿Qué tendrá en esos ojos? ... | |
Luego que de la noche el negro velo por la espaciosa selva se ha extendido, parece que de luto se han vestido las bellas flores del ameno suelo. Callan las aves, y con tardo vuelo cada cual se retira al dulce nido. ¡Qué silencio en el valle se ha esparcido! Todo suscita un triste desconsuelo. ... | |
En Roma aquel poeta me decía: —No sabes cuánto me entristece verte escribir prosa efímera en periódicos. Hay matorrales en el Foro. El viento unge de polvo el polen. Ante el gran sol de mármol Roma pasa del ocre al amarillo, el sepia, el bronce. Algo se está quebrando... | |
Para los que llegan a las fiestas ávidos de tiernas compañías, y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo pues no uno sabe bailar, y es triste ; los que se arrinconan con un vaso de aguardiente oscuro y melancólico, y odian hasta el fondo su miseria, ... | |
Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba ocupando un lugar que era mi lugar, existiendo a deshora, haciéndome partir en dos cada bocado. Fea, enferma, aburrida lo sentía crecer a mis expensas, robarle su color a mi sangre, añadir un peso y un volumen clandestinos a mi modo de estar ... | |
No es el mar menor que esta ola escapada del grupo en que venía, tenía espuma, vuelo, asunto, y se detuvo donde menos aprecio y duración tendría. ¿A mis pies una ola? ¿Qué tengo yo que que mi amistad procura? Ya ni siquiera olor la identifica, ya sólo es humedad... | |
La nave de la China que llegó a Acapulco le trajo a la noble Marquesa de Uluapa un cofre de laca color de vainilla; y ornado de alados dragones dorados y de extrañas flores, unos dos tibores. Pero a mi me trajo algo que es mejor: a mi me ha traído olvido de amor. ... | |
oh cristalina fuente,si en esos tus semblantes plateadoscopiases de repentelos ojos deseadosque tengo en las entrañas dibujadosSan Juan de la Cruz Ya corre el corazón por este suelo Como antes del remanso el agua impura: Aún lleva tierras en la entraña obscura ... | |
Niña gentil que a la vida despertaste alegre ayer, como en Oriente despierta la luz al amanecer. Niña, que del oro cielo viniste al mundo a caer, como aljofarada gota del nítido rosicler. Y en inmaculada cuna te remeciste después, como ilusión que se mece del sueño al dulce vaivén. ... | |
Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba. Esto que uní alrededor de un ansia, de un dolor, de un recuerdo, desertará buscando el agua, la hoja, la espora original y aun lo inerte y la piedra. Este nudo que fui (inexplicable de cóleras, traiciones, ... | |
El no ser de Padre honrado, fuera defecto, a mi ver, si como recibí el ser de él, se lo hubiera yo dado. Más piadosa fue tu Madre, que hizo que a muchos sucedas: para que, entre tantos, puedas tomar el que más te cuadre. | |
Se nublaron los cielos de tus ojos, y como una paloma agonizante, abatiste en mi pecho tu semblante que tino el rosicler de los sonrojos. Jardín de nardos y de mirtos rojos era tu seno mórbido y fragante, y al sucumbir, abriste palpitante las puertas de marfil de tus hinojos. ... | |
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Yo crecí entre bestias y yerbas y en mi casa la pobreza encendía su candil en las noches. Los árboles se cargaban de nidos y de estrellas, por los caminos pasaba asustándose una yegua muy blanca. Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. ... | |
En la primavera conociste a la niña Clara. Ella jugaba dentro de una jaula con los címbalos y el armonio que la escoltaban desde su nacimiento. De los címbalos partía la ráfaga que corta los glaciares. Del armonio brotaba El Intervalo del Diablo, que al transformarse en burbuja ... | |
Me gusta andarme por las ramas. No hay mejor camino para llegar a la punta del árbol. Por si no bastaran, me da náuseas la línea recta; prefiero el buscapiés y su febril zigzag enflorado de luces. Y cuando sueño, veo frontones apretujados de joyas donde vegetaciones de relámpagos... | |
En el hálito ardiente de su propio sonido quema y en su ámpula germina la crisálida La libélula transcurre bajo el sol Rompe la quieta corriente del instante el río que ha pasado comparece al golpe del nuevo movimiento Se recuesta en el agua el esplendor Otras criaturas tañen las olas ... | |
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano... | |
A fuerza de pensar en tus historias y sentir con tu propio sentimiento, han venido a agolparse al pensamiento rancios recuerdos de perdidas glorias. Y evocando tristísimas memorias, porque siempre lo ido es triste, siento amalgamar el oro de tu cuento... | |
El segador, con pausas de música, segaba la tarde. Su hoz es tan fina, que siega las dulces espigas y siega la tarde. Segador que en dorados niveles camina con su ruido afilado, derrotando las finas alturas de oro echa abajo también el ocaso. Segaba las claras espigas. Su pausa era música. ... | |
¡Oh, mi roca!... ¡La que me pone con la mente inquieta, la que alumbró mis sueños de poeta, la que, al tocar mi Cristo, el cielo toca! Si tantas veces te canté de bruces, premia mi fe de soñador, que has visto, alumbrándome el alma con las luces que salen de las llagas de tu Cristo. ... | |
Por un momento el tiempo suspende su peregrinaje, se libera, abre una tregua, funda cabezas de playa en el silencio y ya no lo fustigan más las ruinas enamoradas del presente. Es tan unitaria la visión, de tal modo se ha trabado lo que existe con sus picos, ruedas, garfios; de tal... | |
