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listado de poemas por primeros versos letra i

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57 poemas con la letra "i"

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El bosque de la hormiga de Enzia Verduchi
I (Regreso de Lisboa) Izela en breve desembarcará proveniente de Lisboa. Querrá contarme de la juntura de las aguas, los remolinos del Tajo, los colores del herrumbre lusitano en barcos y ventanas, la suavidad del idioma en el paladar. ¿Esperabas, madre, que el conejillo de Indias, ...
Décimas de nuestro amor de Xavier Villaurrutia
I A mí mismo me prohibo revelar nuestro secreto decir tu nombre completo o escribirlo cuando escribo. Prisionero de ti, vivo buscándote en la sombría caverna de mi agonía. Y cuando a solas te invoco, en la oscura piedra toco tu impasible compañía. II Si nuestro amor está hecho de silencios ...
La difícil ceremonia de Homero Aridjis
I Ánfora para la fluidez implacable del origen para la libertad de los cuerpos yo te escribo sin nombre así abro mi jaula de pájaros siniestros así prefiguro la seguridad de las manos así comprometo mi tiempo en tu tiempo así me descubro entero en ti compacta Éste es mi incendio de cauces ...
Búsqueda espacial de Elías Nandino
I Antes de haber nacido, cuando apenas en las galaxias era calofrío, o sed en rotación por el vacío, o sangre sin la cárcel de las venas; antes de ser en túnica de arenas un angustiado palpitar sombrío, antes, mucho antes que este cuerpo mío supiera de esperanzas y de penas: ...
Noche de resurrecciones de Octavio Paz
I Blanda invasión de alas es la noche. Laten bajo su pecho las criaturas. Ensimismadas laten y latiendo de sí mismas se olvidan y comulgan, al fluir de las horas entregadas. Viento parado en una apenas rama; aguas mudas, sonámbulas, sin freno; ...
Cirabel de Homero Aridjis
I Cirabel llego siempre a tu aposento con una confusión de bocas y una zozobra de hombre a traerte la ofrenda cotidiana de mis manos huecas Más o menos cuando la ceniza de la noche se derrama sobre tus pupilas igual que ante una ciudad inerme Anudado tu grito de silencio ...
Elegías del amado fantasma (Tercera elegía) de Rosario Castellanos
I Como la cera blanda, consumida por una llama pálida, mis días se consumen ardiendo en tu recuerdo. Apenas iluminas el túnel de silencio y el espanto impreciso hacia el que paso a paso voy entrando. Algo vibra en mi ser que aún protesta contra el alud de olvido que arrastra en pos de sí ...
Donde habla la ceniza de Efraín Bartolomé
I Con regusto de ciervo entre las fauces el puma tiene sed Su pupila apuñala el corazón del aire Todo futuro es verde Entrar ahí Dejar en las espinas la piel y la memoria Ser sobre el humus sol que se arrastra y trastorna su espina dorsal como los gatos ...
Elegías del amado fantasma (Segunda elegía) de Rosario Castellanos
I Convaleciente de tu amor y débil como el que ha aposentado largamente en sí mismo agonías y fiebres, salgo, purificada y tambaleante, al reclamo de calles y de patios. ¡Qué algarabía de ruidos confusos y de olores mezclado! ¡Qué agresivo desorden de colores esparcidos! ...
Glosa incompleta en tres tiempos sobre un tema de amor de Salvador Novo
I Dentro de estos cuatro muros pretendí ocultar mi dicha: Pero el fruto, pero el aire ¿cómo me los guardaría? Hora mejor que pospuse, camino que no elegí, voces que eran para mí, destino que no dispuse; ¡cómo os volvisteis oscuros! ¡qué amargo vuestro sabor cuando nos encerró ...
El aliento es el dios... de Homero Aridjis
I El aliento es el dios que la penetra e insuflada da a luz habla un instante y su voz queda en el aire aun cuando ha partido II Por el día que se mueve la sabiduría erige templos quien ama el sol siente en su corazón el fuego las palabras tocan el aire y arden el ser viaja hacia la luz ...
Como el mar que regresa de Juan Domingo Argüelles
I El mar siempre regresa; sus montañas saladas se alejan, pero vuelven; abren las cicatrices de la arena; rebosan de infinito los ojos que lo miran. El mar regresa siempre porque siempre está solo; vuelve a buscar las playas. Regresa. Sabe que te hallará porque los que están solos ...
Himno de los bosques de Manuel José Othón
I En este sosegado apartamiento lejos de cortesanas ambiciones, libre curso dejando al pensamiento, quiero escuchar suspiros y canciones. ¡El himno de los bosques! Lo acompaña con su apacible susurrar el viento, el coro de las aves con su acento, con su rumor eterno la montaña. El torrente caudal ...
El cóndor de los Andes, víctima de sueños de Francisco Azuela
I En la sombra de la vida, que es una sola, alta, profunda y misteriosa cae un eco de destinos imposibles. La humanidad anda sin aliento, cautiva, rompiendo sus silencios. Llega el viento, trae su rostro, su espejo, ánimo de flor en tierra. El alba nace en la comisura de sus labios, ...
Antes del reino de Homero Aridjis
I Es tu nombre y es también octubre es el diván y tus ungüentos es ella túla joven de las turbaciones y son las palomas en vuelos secretos y el último escalón de la torre y es la amada acechando el amor en antemuros y es lo dable en cada movimiento y los objetos y son los pabellones y el no estar ...
Eso ya lo sabes de Marisa Trejo Sirvent
I Eso ya lo sabes Estás en todos En los pequeños ruidos de la calle En cada esquina de este cuarto Y en los miles de años de mi vida Pero hoy Te busco en las intimidades de mi cuerpo En cada impulso de mi sangres En los papeles atesorados En esa música lejana ...
Los espacios azules de Homero Aridjis
I Hay frutos que suben intensamente por la luz que los toca y en el aire se encienden cayendo hacia el arriba hay que maduros se derraman a izquierda y a derecha en un borbotear ardiente de brillos en el árbol hay que se cierran para que la luz no los abra y se entregan al aire ligeros de sentidos ...
Tríptico azul de Alberto Blanco
I Hay mañanas en que bajas al río y te detienes a escuchar en la corriente la voz amorosa del mar. Quisieras volar, seguir el cauce de su pelo suelto, y tal esperanza te sostiene sobre los juncos de la ribera. II Una paloma cruza los maizales quebrando en violetas y grises la certeza de las miradas ...
Elegías del amado fantasma (Primera elegía) de Rosario Castellanos
I Inclinada, en tu orilla, siento como te alejas. Trémula como un sauce contemplo tu corriente formada de cristales transparentes y fríos. Huyen contigo todas las nítidas imágenes, el hondo y alto cielo, los astros inventados, la vehemencia ingrávida del canto. Con un afán inútil mis ramas se despliegan, ...
Noche rústica de Walpurgis de Manuel José Othón
I INVITACIÓN AL POETA Coge la lira de oro y abandona el tabardo, descálzate la espuela, deja las armas que para esta vela no has menester ni daga, ni tizona. Si tu voz melancólica no entona ya sus himnos de amor, conmigo vuela a esta región que asombra y que consuela; ...
Para la abuela, que hablaba con pájaros creyéndolos ángeles de Hugo Gutiérrez Vega
I La abuela abría las puertas de la mañana; entraba el sol por el balcón cerrado y un rayo se pegaba a sus gafas solares. El día andaba ya por los corredores abrillantando las plumas del pájaro ciego, jugando un rato con los peces anhelantes en un marecito engañoso, ...
Canto malabar (fragmentos) de Elsa Cross
I La tarde entera se vencía al paso del viento. Como arcos se doblaban los árboles y una flecha imprevista me daba al corazón. Deambulé por aquellas calzadas donde tanta vida cimentaron tus pasos. El viento alzaba tolvaneras en medio de los campos, trastornando a esos pájaros rojos, ...
Muerte sin fin (fragmentos) de José Gorostiza
I Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso por su radiante atmósfera de luces que oculta mi conciencia derramada, mis alas rotas en esquirlas de aire, mi torpe andar a tientas por el lodo; lleno de mí ahito me descubro en la imagen atónita del agua, ...
Raíz del hombre de Octavio Paz
I Más acá de la música y de la danza, aquí, en la inmovilidad, sitio de la música tensa, bajo el gran árbol de mi sangre, tú reposas. Yo estoy desnudo y en mis venas golpea la fuerza, hija de la inmovilidad. Éste es el cielo más inmóvil, y ésta la más pura desnudez. Tú, muerta ...
Estatua de sal de Nohemí Sosa
I Mi flama no alcanzó tu fuego para despertar en espejo de sal. Batí palmas, destrenzé mi pelo y el amanecer fue tal como otros, sólo escuché el diálogo de la fuente sosiega en contraste con mi interior. II Pusé en tu mano un cuarzo, retorné sola, te dejé el tiempo para que volvieras. ...
Duración de Octavio Paz
I Negro el cielo Amarilla la tierra El gallo desgarra la noche El agua se levanta y pregunta la hora El viento se levanta y pregunta por ti Pasa un caballo blanco II Como el bosque en su lecho de hojas tú duermes en tu lecho de lluvia tú cantas en tu lecho de viento tú besas en tu lecho de chispas ...
De la vigilia estéril de Rosario Castellanos
I No voy a repetir las antiguas palabras de la desolación y la amargura ni a derretir mi pecho en el pomo del llanto. El pudor es la cima más alta de la angustia y el silencio la estrella más fúlgida en la noche. Diré una vez, sin lágrimas, como si fuera ajeno el tema exasperado de mi sangre. ...
Cuarteto de Pompeya de Fabio Morábito
I Nos desnudamos tanto hasta perder el sexo debajo de la cama, nos desnudamos tanto que las moscas juraban que habíamos muerto. Te desnudé por dentro, te desquicié tan hondo que se extravió mi orgasmo. Nos desnudamos tanto que olíamos a quemado, ...
Movimientos para fijar el escenario (I, III, V, VII) de José Carlos Becerra
I Para que el Paraíso Perdido pueda salir del sombrero, y la Historia se desprenda como una máscara de los rostros de los muertos, es necesario tomar este escenario por asalto. Consideremos, por principio, la trama que nos rodea. Más allá de la lluvia, los árboles del parque ...
La anunciación de Rosario Castellanos
I Porque desde el principio me estabas destinado. Antes de las edades del trigo y de la alondra y aun antes de los peces. Cuando Dios no tenía más que horizontes de ilimitado azul y el universo era una voluntad no pronunciada. Cuando todo yacía en el regazo divino, entremezclado y confundido, ...
Angelus Domini de Manuel José Othón
I Rompe el alba el botón de la mañana con sus dedos de niebla luminosa y en el declive del alcor se posa una nube de aerea porcelana. Abajo se despierta la sabana, el valle tiembla, yerguese la rosa, canta el madrugador y rumorosa ríe cuchicheando la fontana. Desde el redil hasta la loma albean, ...
Marzo 10, NY de Jeannette Lozano
I Silencio blanco, sin pájaros, y los árboles al soplo (nubes) del ritmo del paisaje. Entre lo que surge y lo que se va, nieve deslíe la roca. Y el sonido del viento: voces inciertas que lejanas hielan nuestras dubitativas acciones. Una leve señal (un disparo) involuntaria se retira de la Idea. ...
Me asomo a la noche de Jeannette Lozano
I Sombra muerta el corazón del mar entre giros de viento hundiéndose al primer asomo. Muerta la sombra. II Vacías barcazas, como si llevaran muertos, se deslíen borrosas. Las recuerdo en las (transparentes) manos que (aún) se buscan. III Brillo sobre ruinas ignora el ojo ...
Cuatro cantos de mi tierra de Carlos Pellicer
I Tabasco en sangre madura y en mi su poder sangró. Agua y tierra el sol se jura; y en nubarrón de espesura la joven tierra surgió. Tus hidrógenos caminos a toda voz transité y en tu oxígeno silbé mis pulmones campesinos. A puños sembré mi vida de tu fuerza vendaval que azúcar cañaveral ...
Los buzos diamantistas de Renato Leduc
I Una nítida noche, en que la pedrería sideral deslumbrada, los buzos diamantistas, en santa cofradía, descendimos al mar... Puede ser -nos dijimos- puede ser que la luz de Saturno, diluyéndose, forme algún extravagante sulfato, alguna gema nunca vista jamás... ...
Una lágrima de Antonio Plaza
I Yo, mujer, te adoré con el delirio con que adoran los ángeles a Dios; eras, mujer, el pudoroso lirio que en los jardines del Edén brotó. Eras la estrella que radió en Oriente, argentando mi cielo con su luz; eras divina cual de Dios la frente; eras la virgen de mis sueños, tú. ...
La canción del otoño de Manuel José Othón
I Zumba ¡oh viento! zumba y ruge dispersando la simiente; que la crútula reviente a la furia de tu empuje. La hojarasca cruje, y cruje el ramaje tristemente; que tu garra prepotente los retuerza y los estruje. Resonando las serojas se estremecen al chasquido que crepita en las panojas, ...
Nocturno a Rosario de Manuel Acuña
I ¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto y al grito que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión. II Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días ...
Neblilúnea de Thelma Nava
I ¿Sabías que una muchacha desnuda canta como una botella que se arroja al mar? ¿Lo sabías? Escúchame cantar como un árbol lacustre en el centro de Neblilúnea. A la orilla de tu sangre, en tu terrestre compañía. Neblilúnea, la ciudad descubierta por nosotros, conoce tu pasado y el mío. ...
A la muerte del Excelentísimo Señor Duque de Veraguas de Sor Juana Inés de la Cruz
I ¿Ves, caminante? En esta triste pira la potencia de Jove está postrada; aquí Marte rindió la fuerte espada aquí Apolo rompió la dulce lira; aquí Minerva, triste, se retira; y la luz de los astros, eclipsada, toda está en la ceniza venerada del excelso Colón que aquí se mira. Tanto pudo la fama ...
Carta a mis amigos pintores de Alejandro Aura
Iba por las calles viendo el esplendoroso andar de las mujeres bellas, compungido por mi azarosa consistencia de venado; a través de la campana de humo, que tarde o temprano tañerá por nuestra retirada, hendía el prepotente sol y nos tocaba con indiferencia las fibras...
El cazador de Francisco Hernández
Ibas a la montaña en busca de jaguares, tapires o faisanes. Siempre te acompañaba la mujer de otro. En mis sueños te veía raudo por la playa, eludiendo tenazas de cangrejos azules. Ahora caminarás desnudo por la noche sin término. Ojalá te encuentres con los ojos de todos los animales ...
Efímeras de Manuel Gutiérrez Nájera
Idos, dulces ruiseñores. Quedó la selva callada, y a su ventana, entre flores, no sale mi enamorada. Notas, salid de puntillas; está la niñita enferma... Mientras duerme en mis rodillas, dejad, ¡oh notas!, que duerma. Luna, que en marco de plata su rostro copiabas antes, si hoy tu cristal lo retrata sacas, ...
Vencidos de Alí Chumacero
Igual que roca o rosa, renacemos y somos como aroma o sueño tumultuoso en incesante amor por nuestro duelo; fugitivos sin fin que el rostro guardan, mudos cadáveres precipitados a una impasible tempestad; y morimos en nuestras propias manos, sin saber de agonías, ...
Usted, invierno de Jaime García Terrés
Imitación de Charles d 8242;Orleans Usted, Invierno, poca cosa es: un viejo gris, mal encarado. ¡Cuánto mejor transita por el prado la Primavera, que vendrá después trayendo con amor, a su gentil costado, abril y mayo, mes tras mes! Esa fuente de luz nos aderezacampos, bosques y flores, , ...
Sonetos mayas de Fernando Sánchez Mayans
Incendio verde y sol alucinante gimen bajo la selva indescifrada. En la quietud la línea dibujada fina y sombría de un jaguar flotante. El cielo ahoga nubes rebosante para hechizarlas en su boca alada. Mientras las ruinas en su marejada inventan al silencio cada instante. Lengua de...
Sonetos de los cantares - La canción de Sulamita de Concha Urquiza
Indica mihi, quem diligit anima mea, ubi pascas, ubi cubes in meridie, ne vagare incipiam post greges sodalium tuorum Cant. 1, 6 Hazme saber, Amor, donde apacientas, Dó guías tus rebaños, dónde vagas, No huelle tras las ínsulas aciagas Las rutas de la tarde cenicientas. ...
Primer día (Soneto I) de Octavio Paz
Inmóvil en la luz, pero danzante, tu movimiento a la quietud que cría en la cima del vértigo se alía deteniendo, no al vuelo, sí al instante. Luz que no se derrama, ya diamante, fija en la rotación del mediodía, sol que no se consume ni se enfría de cenizas y llama equidistante. Tu salto es un segundo ...
A mis versos de Salvador Díaz Mirón
Insensibles a fiestas y grimas y con alas de luz de centellas, pero esquivos a cautas doncellas, difundíos por gentes y climas. No sois gemas inmunes a limas y con lampos de fijas estrellas, Sino chispas de golpes y mellas y ardéis lascas de piedras de simas. Pero hay siempre valer en las rimas. ...
Anunciación de Alí Chumacero
Inserto en soledad de palabra vertida que apenas hiriera el silencio, siento la voz del sueño con su descenso casi imperceptible y sus labios de hielo, mas no el letal dolor que de mí nace, ni la perenne dicha del misterio aclarado más allá de las cosas, del último verano de la sangre que en su final ...