Jaime Labastida | |
El sol, colérico de sales, contra el agua arremete. Hermano con hermana se acarician. Y un cielo azul está (cubriéndola), encima de la tierra: hijos nosotros de esa feroz contradicción, las bestias. Pero de líquenes, de aceites, el cielo en la tierra se vacía. Cargada queda así, ... | |
Desde la pluma brotas, súbita llama tensa que se prende aun a la madera húmeda y la quema y la guarda. Entonces tu jadeo (reiterado, sonámbulo sonido que atraviesa las destruidas, de amor, paredes de mi cráneo y pronuncia sin decirlo mi solo nombre oscuro y dibuja mi rostro), ... | |
Sobre la Tierra, estamos enterrados. Todo su peso cárdeno se vuelca sobre mis pies antiguos. Toda la tierra me avienta sobre el cielo, me sujeta en mi raíz y me hunde entre sus manos. Despedazado estoy. Mis ojos van allá por el impulso, mas presos en órbitas se quedan, asidos a su fin ... | |
Mira cómo, desde este exilio de cemento, se extiende la ciudad, a nuestras plantas. De aquí partían los mercaderes rumbo a España. Mira el humo en aquellas azoteas, el resplandor del sol en los tinacos, aquellas sucias fábricas a plomo. Mira el papel que cae desde un alto edificio: pájaro que ablandara ... | |
Estruendo de humo y trenes. Edificios que giran en su exacto equilibrio. Pequeño sol agónico, apenas un recuerdo. Máquinas que danzan a una velocidad domesticada por la mano. Trópico que la altura y la ciudad amancebaron. Y jardines, jaulas donde encerramos nísperos, dalias o nogales: ... | |
La luz ciega a la luz. Olas allá, olas de luz, marejadas de luz, rocas largas de luz, granos rotos de luz que la luz, allá arriba, de un manotazo brusco aniquila y congela. El cuerpo, de las cosas, tan cercano, nos resulta visible en su perfil exacto y detenido: son ya columnas sólidas de espuma... | |
La memoria es una piel que tu recuerdo llaga, una herida de torpe geometría, es una carne, un nervio vivos. Lacera memoria donde el fuego es la violenta agua apaciguada. Miro así tu jadeo, en ese mar, en esas olas me hundo. Que hermosa sed que nunca más se sacia, que agua: ... | |
Hoy he tocado tu corazón, sombra desnuda o vorágine o sola nota de dolor obstinado. Hoy he tocado tu corazón en las yemas de los dedos y he oído el mismo agudo acento que llevó a los amantes al amor desgarrado y a los pactos suicidas. El año está en su centro y se desploma ... | |
Los frescos de Botticelli arrancados a la Villa de Lemmi, la Victoria de Samotracia, con las alas unidas por alambres y una estaca de acero entre las nalgas: trofeos de guerra, pasto para la codicia de los reyes. El saqueo. Ticiano, el Veronés, el Bosco, el sarcófago asirio, las urnas de granito ... | |
11:30 P.M. Durísima la luna. Igual que tú, tan lejos. Suéñame, te digo, como te sueño aquí, hasta que los dos sueños se conviertan en fuego, hasta que mi aliento sea el tuyo, hasta que respiremos cada uno por la boca del otro. La luna asoma, llena y sorda. No estás al otro lado del teléfono ... | |
Creyente sólo de lo que toco, yo te toco, mujer, hasta la entraña, el hueso, aquello que otros llaman alma, tan unida, tan cerca de la carne mortal y voluptuosa o siempre ardiente o nunca maltratada sino dulce, oscilante entre querer y subir, adentro de la espuma. Te todo, dije, mujer, ... | |
Ciego de nacimiento, me escandaliza el tacto. Vivaldi suena en medio de la bruma y la ciudad, bella hasta su colmo, intolerable, extiende dedos hacia el mar. El ancla de la vida se estremece, el sol rebasa sus medidas y entra durísimo, convicto, entre las nubes: el más vago, el más oscuro resplandor. ... | |
Hoy baila mi mujer y taja sonrientes cicatrices en su cielo. Hoy ella baila, colibrí ante la flor, espejo frente a espejos enemigo. Y la flor se habita de las plumas y el pájaro seis pétalos se vuelve. Soy un puño de tierra echado al viento. Hoy baila mi mujer y desaloja la discordia, ... | |
Todo cuanto hasta aquí fue escrito, mentira sorda. No es verdad que haya sido menos dura la mandíbula airada de las horas. Que un pañuelo piedad haya enjugado el sudor de las víctimas. Falso también que días más tarde la vida sea más fácil. L llaga en la conciencia. La espina, atroz, en la memoria. ... | |
Cuando termino de escribir todo esto, después que durante horas me imprimo como un mecanismo de dulzura y de cólera en las hojas, y el viento desordena los papeles y entra un silbido extraño, y merodea en la casa una noche especial, ajena, sin preguntas; ... | |
Creyente sólo en lo que toco, yo te toco, mujer, hasta la entraña, el hueso, aquello que otros llaman alma, tan unida, tan cerca de la carne mortal y voluptuosa o siempre ardiente o nunca maltratada sino dulce, oscilante entre querer y subir, adentro de la espuma. Te toco, dije, mujer, hasta... | |
1 La destrucción del fuego, atroz, y la del tiempo. El bosque que crepita, a sal, torturas largas. La alegría, por supuesto. El tiempo reconstruye la tiniebla. ¿Qué va a ser, si no tiempo, cada nuez en su rama, exacta, fría? Adentro de la hoja, el huracán. Hundida ya en el agua, la tormenta, ... | |
No me duele morir. Tengo hambre de tiempo, costra de las cosas, de destrucción, de lucha; somos la imagen del derrumbe, una montaña contraída de ácidos; bebemos agua serenada y un diamante es el cimiento sobre el cual construimos edificios de espuma. Apenas se puede avanzar ... | |
Se va hacia atrás el horizonte. La estrella Sirio vuelve hasta su origen (¿cuál, oh dioses, a dónde va con esa prisa oscura?). Otros planetas surcan, en órbitas, mi sangre. El agua ya es tiniebla, el árbol se comprime. ¿Por qué la estrella y la conciencia? ¿Por qué la tempestad, ... | |
(palabras para un poema) ¿Qué resta ahora de ti, padre dulcísimo? A veces pienso que la carne, que la llagada, la decisiva carne de tus hijos, cayéndose a pedazos en la carne severa de sus hijos, deshaciéndose en hilachos en la carne de los hijos de sus hijos. Pero hay también imágenes. ... | |
El cocodrilo avanza presuroso en el espejo lóbrego del río, el tiburón hace brillar su aleta en esa tarde larga, de la que fueron desterradas, por siempre, las estrellas, la luna sucia se destruye en este mar de pronto inmóvil, cuerpo de sal, de fango y de ceniza. Todo lo que recuerdo, lo que consigo... | |
6 Qué alegría decidir qué beber, cómo morir, por qué, y en dónde. Quisiera morir, así, bajo un gran árbol. Desearía ser quemado; que mis cenizas irritaran, polvo, los ojos de la que amo; que fueran sólo la mancha en un libro pasados los años. Podría morir aquí, sin duda. No todo sitio es bueno. ... |
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