Alfredo R. Placencia | |
¿Eres Tú la Sunamitis pura y blanca que soñaron los patriarcas y entrevieron los profetas? Aunque atruene tierra y cielos el acorde que se arranca de los astros y las plumas de los santos y poetas, para darte el parabién, no despiertes, Niña blanca; duerme bien. Las mujeres que tenidas ... | |
La tibia luz de la luna la está besando en la sien. No os acerquéis a su cuna, idos yendo, leves auras, una a una; dejadla que duerma bien. Dejad que no más la luna la esté besando en la sien. Que no canten las palomas. Que la cerquen con aromas las manzanas y las pomas de Salen. ... | |
Verán los siglos un drama... un sangriento panorama que a Dios mismo asombrará. En la cima del Calvario la hostia blanca de un lirio de sangre se manchará... Sobre un monte funerario se consumará un martirio, y una virgen llorará... ¡Oh, cuan triste panorama!... ... ... | |
¿Eres Tú la Sunamitis, cuyo dulce imperio abarca los eternos siglos?... ¿Eres la escogida entre millares de mujeres?... ¿La que sueñan los poetas, la que amó cada patriarca, la que llaman los profetas Primogénita, Deífica, Vellocino y Trono y Arca?... ¿Eres Tú la siempre ... | |
Así te ves mejor, crucificado. Bien quisieras herir, pero no puedes. Quien acertó a ponerte en ese estado no hizo cosa mejor. Que así te quedes. Dices que quien tal hizo estaba ciego. No lo digas; eso es un desatino. ¿Cómo es que dio con el camino luego, si los ciegos no dan con el camino?... ... | |
Hay en la peña de Temaca un Cristo. Yo, que su rara perfección he visto, jurar puedo que lo pintó Dios mismo con su dedo. En vano corre la impiedad maldita y ante el portento la contienda entabla. El Cristo aquel parece que medita y parece que habla. ¡Oh!... ¡Qué Cristo éste que amándome ... | |
Mira al norte la peña en que hemos visto que la bendita imagen se destaca. Si al norte de la peña está Temaca, ¿qué le mira a Temaca tanto el Cristo? Sus ojos tienen la expresión sublime de esa piedad tan dulce como inmensa con que a los muertos bulle y los redime. ¿Qué tendrá en esos ojos? ... | |
¡Oh, mi roca!... ¡La que me pone con la mente inquieta, la que alumbró mis sueños de poeta, la que, al tocar mi Cristo, el cielo toca! Si tantas veces te canté de bruces, premia mi fe de soñador, que has visto, alumbrándome el alma con las luces que salen de las llagas de tu Cristo. ... |
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