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No existe el tiempo...

No existe el tiempo,
no la distancia,
no la muerte;
existe la vibración,
el movimiento,
el incesante cambio:
ser, dejar de ser para volver a ser.
Un segundo trae ya la carga de su muerte
y el embrión de su vida.
La yerba que pisamos,
aquel sofá de mimbre,
tu explicación de Bergson,
la dulce calma,
todo tiene esa dimensión remota
de una isla escondida
en el centro mismo del devenir
para evadir la muerte
y ser pura vibración, puro presente.



Elegía XVI de: Canción de Moisés


ENRIQUETA OCHOA




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