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Siéntate ahí...

Siéntate ahí,  sobre esa piedra, la más blanca,
a la entrada de la casa en ruinas. Abre las piernas.
Así. Ahora sube la izquierda al escalón,
el menos claro, y permite al rebozo acomodarse
en la rodilla.
¿Te quitaste el cinturón de castidad como te lo pedí?
Sonríe sin mirar a la cámara y sostén a la encordada
concha de armadillo con tu mano de música.
Después voy a fotografiarte allá, detrás de las
paredes, con mis dedos repletos de botones.
No pestañees. No respires. Pasa la lengua
muy despacio por tus labios. En la jaula,
aunque no lo distingas, hay un pájaro.
Y canta, aunque no lo escuches,
un son de claroscuros en desbandada.



De: Diario sin fechas de Charles B. Waite


FRANCISCO HERNÁNDEZ




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