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Piraustas

Mariposas blancas que viven en el fuego. Quienes las han visto encienden a altas horas de la noche una fogata y esperan su llegada con paciencia venatoria. Contemplan las lenguas espirales de la invocación. No siempre aparece, justo en medio de la hoguera, el diminuto planeo de una pareja. Quienes las custodian suelen tener un irisado, intermitente resplandor en los ojos y no es extraño que la temperatura de sus cuerpos se eleve un poco durante el día. El insomnio suele visitarlos. Suficiente no se asienta de las piraustas. Acaso la combustión las aviva, acaso las inventa. Sugiere el corazón que se trata de pensamientos recónditos del fuego. Vibraciones, avisos, tatuajes de la lumbre en el pecho de la oscuridad o recuerdos despertados por el crepitar de una llama. Sus delgadas alas blancas, por el contrario, hacen pensar en la caída de las hojas o en la escarcha de una nevada que la gravedad ya no somete (copos de entonces, nieve de un antes). De cualquier forma, los escasos cultivadores de esta especie están de acuerdo en que se trata de tímidos fantasmas enamorados de la lumbre. Sólo en el fuego respiran, sólo para el fuego viven, y cuando la llama se extingue las piraustas también mueren.



De: El cristal


JORGE FERNÁNDEZ GRANADOS




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