| 
	             I 
 
Tabasco en sangre madura 
y en mi su poder sangró. 
Agua y tierra el sol se jura; 
y en nubarrón de espesura 
la joven tierra surgió. 
 
Tus hidrógenos caminos 
a toda voz transité 
y en tu oxígeno silbé 
mis pulmones campesinos. 
 
A puños sembré mi vida 
de tu fuerza vendaval 
que azúcar cañaveral 
espolvorea en la huida. 
 
El tiempo total verdea 
y el espacio quema y brilla. 
El agua mete la quilla 
y de monte a mar sondea. 
 
Pedacería de espejo. 
La selva, encerrada, ulula. 
Casi por cada reflejo 
pájaro que se modula. 
 
Más agua que tierra. Aguaje 
para prolongar la sed. 
La tierra vive a merced 
del agua que suba o baje. 
 
Cuando la selva repasa 
su abecedario animal 
relámpago vertebral 
de caoba a cedro pasa. 
 
Flota de isletas fluviales 
varó en flor la soledad. 
Son de todo eternidad 
y de nada temporales. 
 
El mediodía tajado 
de algún fruto tropical 
tiene un sabor de cristal 
sonoramente mojado. 
 
Hay en la noche un instante 
de vida, que si durara, 
húmeda la muerte alzara 
cual un terrible diamante. 
 
Y a veces en la ribera 
es tan fina la mañana 
que la sonrisa primera 
todo el día nos hermana. 
 
Tiempo de Tabasco; en hondo 
suspiro te gozo así. 
Contigo, cerca de mí 
tiempo de morir escondo. 
 
Arde en Tabasco la vida 
de tal suerte, que la muerte 
vive por morir hendida, 
de un gran hachazo de vida 
que da, sin querer, la suerte. 
 
 
            II 
 
La ceiba es un árbol gris 
de gigantesca figura. 
Se ve su musculatura 
medio manchada de gis. 
 
Es el árbol que hace todo; 
yo lo he visto trabajar 
y en la tarde modelar 
sus pajaritos de lodo. 
 
Ceiba desnuda y campal 
cuya fuerza liberó 
bosque y cielo y estrenó 
su claro de matorral. 
 
En desnudo pugilato 
parece que así despejas 
el campo y que le aconsejas 
a todo árbol buen recato. 
 
Navegando por el río, 
súbitamente apareces. 
Te he visto así, tantas veces, 
y el asombro es siempre mío. 
 
Cuando en el atardecer 
todo Tabasco decrece 
y el aire en los cielos mece 
lo que ya no pudo ser, 
con qué bárbara grandeza 
das la razón al paisaje 
que con oscura certeza 
se adueñó de algún celaje 
con que así la noche empieza. 
 
Ceiba te dije y te digo: 
colgaré mí corazón 
de un retoño de tu abrigo; 
tendrá su sangre contigo 
altura y vegetación. 
 
 
            III 
 
Una laguna que llega 
y una laguna que va. 
Si la luz de frente anega 
o la luz de lado da 
el jacintal que congrega 
su poesía despliega 
que en mi voz cintilará. 
 
Hay más laguna que luna 
en la noche que es tan clara. 
Semeja que el cielo usara 
luz modal de la laguna. 
Hay más laguna que luna. 
 
Tiempo lagunar que cabe 
para siempre en nuestra vida. 
Que no se cierre la herida 
que por su boca se sabe 
la llegada y la partida. 
 
Estábamos la laguna 
y yo. 
Como esa noche... 
Con más laguna que luna 
la noche se desnudó. 
Sudor de intemperie humana 
que el aire sutil saló 
y en su humedad levantó 
flor lujuria rusticana. 
 
Tu adolescencia suspira 
junto a mi pecho velludo. 
El tiempo es tiempo desnudo 
y su largo cuerpo estira. 
 
Si por besarte viví 
con más laguna que luna, 
fue más luna que bebí 
que el agua de la laguna 
que a raya en cielos tendí. 
 
Como esa noche... 
 
 
            IV 
 
El agua es laguna o río. 
Un espejo se quebró. 
Por todos lados miró 
la desnudez del estío. 
 
Con el agua a la rodilla 
vive Tabasco. Así dama 
de abril a octubre la flama 
que hace callar toda arcilla. 
 
Si por boca de la selva 
largó la verdad su grito, 
miente el silencio infinito 
del agua que el agua envuelva. 
 
Llueve lejos, por la sierra. 
Llueve a tambor y clarín. 
Toro del agua, festín 
corre por toda la tierra. 
 
Joven terrón cuaternario, 
por tu cuerpo de aluvión 
sangra el verde corazón 
de tu enorme pecho agrario. 
 
Lo que muere y lo que vive 
junto al agua vive y muere. 
Si en lluvia el cielo así quiere 
moje su noche en aljibe. 
 
Más agua que tierra. Aguaje 
para prolongar la sed. 
La tierra vive a merced 
del agua que suba o baje. 
 
Brillan los laguneríos; 
en la tarde tropical 
actitud de garza real 
torna el aire de los ríos. 
 
La noche en lluvia y batracio 
retiñe el nocturno verde 
y al otro día se muerde 
verde el verde del espacio. 
 
Agua de Tabasco vengo 
y agua de Tabasco voy. 
De agua hermosa es mi abolengo; 
y es por eso que aquí estoy 
dichoso con lo que tengo. 
 
 
                          Villahermosa, Tabasco. 1943 
 
 
 
De: Un paisaje hecho poema 
 
	 |