Mírame, por dios, desde lo oscuro;
ahonde cada sombra
de estos árboles
tu recuerdo.
La luna,
las baldosas, los arcos de cantera;
esta misma baldosa, esta cantera,
esta lápida inmensa
que te preserva de los vientos.
Abajo
la podre te acribilla.
Pero ahora,
mírame, por Dios, desde lo oscuro
a donde han confinado
tu cuerpo hecho de códigos dolientes,
curvaturas de esquinas, periferias,
porosidades abiertas a mi lengua;
mi lengua que no pierde
el sabor de tu vientre y tus axilas.
Pero ahora, mírame,
desde el obsceno espacio en que reposas.
Sólo por un instante,
mírame, semillero de larvas,
gusanera de estrellas.
De: Agua de temporal, 1988
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